En las últimas semanas llegó más de un recado al urbanismo de Vigo. Las futuras viviendas del Plan de Navia (un hallazgo de sociología urbana) por poco cojean, la Estación del AVE no encuentra quien la quiera, el Anteproyecto de Reglamento de la nueva Ley del Suelo asedia la autonomía municipal, y el Celta vuelve a Europa pero la Ciudad Deportiva se desvanece. Entretanto, la previsión del tráfico de cruceros cae a la mitad y los vuelos a Peinador penden de la ocupación. De la atracción urbana. Todo coincide con la celebración del Área Metropolitana.

Han transcurrido cinco años de un urbanismo sin ruido, neutro, de retirada contrita de la primera fila. De sedentarismo, de eludir. Con seguridad, era el signo de la erosión de la crisis. Ahora bien, este perfil bajo, de prolongarse, corre el riesgo de llevarse por delante el pulso emocional y la tensión creativa indisociable de lo urbano. Y no digamos, cuando la gran ciudad está llamada al liderazgo metropolitano. De la crisis, ya no cabe acatar más órdenes de poda y hay un requisito mínimo: no echar de casa el buen ánimo por mejorar trabajo y condiciones de vida.

Al caer fulminado el PXOM del 2008 y entrar en vigor el Plan del 93 se retrocedió veinte años. En las actuales circunstancias, conviene destacar la diferencia radical entre uno y otro plan. El anulado era un Plan de los dos Vigo; del núcleo central (la mancha urbana) y del asentamiento suburbano (la mancha diseminada); de la calle del Príncipe y del enredo de Valadares. El Plan del 2008, se colmaba así, de expresividad metropolitana. Por el contrario, el Plan ahora vigente es una versión inmóvil en la tradición del 56 (de la primera Ley del Suelo).

El abecé de la tradición del 56 gira en torno a una aguda preocupación por controlar el crecimiento residencial de las ciudades. Pero el trasvase poblacional cesó, hace años. Por consiguiente, hoy ninguna ciudad crece porque así lo diga (con el pico) su Plan General (sea del 93 o del 2008). Es más, la cuestión del tamaño del crecimiento ya no pertenece al centro del debate actual (por mucho que se empeñe el Anteproyecto de Reglamento). Hoy no preocupa el crecimiento sino el sostenimiento de las ciudades. El sostenimiento de la calidad de las redes y nodos.

La realidad esencial es que en Galicia (como en Europa) ahora trabajamos y pernoctamos en áreas funcionales que cubren radios de unos 30 kilómetros. Una nueva complejidad. En esta línea, el Plan del 2008 tuvo una anticipada visión metropolitana (cuando se negaba en la práctica). Un ejemplo: el eje nuevo Hospital, Parque tecnológico, Ciudad deportiva y Campus universitario, se debe a un ámbito supramunicipal inmenso. Un ámbito donde incluso una parte del Área Metropolitana está dentro del propio municipio (impensable en A Coruña), y donde, a la inversa, el puerto llega más allá.

De ahí, que la ciudad depositaria de la confianza del Área Metropolitana tenga que ser muy coherente. Difícilmente podría entender, hacia afuera, las dinámicas de Salceda de Caselas o Moaña si, jugando en casa, ya contempla con desapego las potencialidades de Beade o Cabral. Sin discurso ni alternativas, el Plan vigente se mueve en pantuflas (sin quemarse ni mojarse) sobre la materia ardiente de un territorio suburbano (60.000 habitantes) intensamente antropizado. Por estas razones, el planeamiento y la gestión urbanística de Vigo, ahora que se camina hacia el nuevo escenario metropolitano, tendrán que tomar buena nota. Tendrán que tomar decisiones.

En la tradición del 56 (por tanto en el Plan vigente), el suelo urbanizable se concibe como una secreción de la mancha, de la piel urbana. Flecos inevitables, mal cosidos, que la trama central debe soportar. No obstante, desde una visión actual, de sostenimiento metropolitano, el suelo urbanizable pasa a ser la herramienta estratégica clave para insertar, aquí y allá, a escala macro, las piezas que regeneren, impulsen y revitalicen todo el conjunto. Al fin y al cabo, lejos de las antiguas proclamas o anatemas sobre el crecimiento residencial, una dialéctica nueva se abre paso: quedó atrás el crecimiento y llama por delante la edad del sostenimiento.

Van allá seis meses desde la suspensión del Plan General. Se impone disipar enigmas y quizá algún punto de duda. Acercar el nuevo PXOM de Vigo y el Área Metropolitana facilitará encontrar una alianza útil, fundada en valores.

*Arquitecto