Pasados ya unos cuantos días desde que la Xunta, en Consello, decidió destinar 50 millones de euros para política social, y sobre todo destinada al segmento infantil, la oposición -en su papel- no para de denunciar como "electoralista" el anuncio. Y puede que lo sea, sobre todo si se tiene en cuenta que ese dinero -procedente de la "prima" que el ministro Montoro concederá a Galicia por haber cumplido las previsiones de déficit- aún no está en las arcas autonómicas.
(Ya se sabe que el titular de Hacienda es un fenómeno a la hora de recaudar, pero a la de repartir los beneficios padece su manías. Habrá que confiar en que el de Facenda, Valeriano Martínez, le apriete las clavijas financieras, que coraje, tiene).
En todo caso, y a pesar de esas críticas -en su día el portavoz socialista José Luis Méndez Romeu dijo que en estos meses, hasta octubre, iba a abundar la propaganda: él fue conselleiro de otra Xunta y sin duda sabe de qué van esas cosas-, seguramente lo útil en primer lugar no será tanto lo que pueda sacar la izquierda con atizarle al Gobierno de Feijóo cuanto los niños, la infancia gallega, con esas ayudas. Y por supuesto sus familias también, porque se beneficiarán de ellas casi tanto -o sin casi- como sus receptores directos.
Esa lluvia -relativa- de millones, por cierto, es una de las razones por las que son muchos los que se opondrían aquí a la unificación de los calendarios electorales. Y es que aunque Enrique Tierno había advertido que las promesas electorales son las más volátiles y no conviene tomárselas muy en serio para evitar disgustos, alguna siempre "cae", y con una cita más o menos anual ante las urnas, el balance final puede ser más que satisfactorio.
Dicho todo lo anterior y dejando a un lado cualquier ironía, es preciso llamar la atención ahora que parece que hay algo más de dinero que antes, hacia el sector juvenil, sobre todo de lo que en cuanto a empleo se refiere. Y es que aparecen dos datos que preocupan -o deberían hacerlo- a cualquiera que lo piense un poco. El primero, que los índices de fracaso escolar en Galicia son demasiado altos como para pasar desapercibidos y que muchos de los que lo dejan acaban sin nada, El segundo, que el paro juvenil se acerca aquí, a veces por arriba y en otras ocasiones un poco por debajo, al cincuenta por ciento, y eso es simplemente una barbaridad.
Es verdad que los puestos de trabajo han de crearlos los empresarios y que en Galicia en eso no se esmeran, pero la Xunta podría ayudar, aunque condicionándolas a que se palie ese déficit impresentable. Ha empezado por la infancia y está bien: ahora, a seguir.
¿No...?