Bob Dylan ha anunciado para dentro de unos días "Fallen Angels", su trigésimo séptimo álbum de estudio. Llega después de "Shadows in the Night", que grabó en homenaje a Frank Sinatra. A dónde han ido a parar las flores es una pregunta sin respuesta. El implacable paso del tiempo, nos devuelve una sombra apagada de lo que fuimos o, en último caso, pretendimos ser en algún momento de nuestras vidas. Así son las cosas.

Desconozco que es lo que habrá en "Fallen Angels". Me da exactamente igual. Compro recuerdos. Ayer se cumplían cincuenta años de un acontecimiento importante en la historia de la humanidad. El 16 de mayo de 1966 se publicaba "Blonde on Blonde", uno de los discos más grandes de la música pop. Y junto a él veía la luz "Pet Sounds", la gran minisinfonía de Brian Wilson, un prodigio vocal y armónico que convertiría a los "Beach Boys" en uno de los grupos más sorprendentes e influyentes de todos los tiempos. Dos cumbres creativas.

Cuando salió "Blonde on Blonde", Dylan llevaba algo más de un año tratando de liberarse de ciertas ataduras sociales. Enfermaba por el modo con que se subvertía el verdadero significado de algunas de las letras de sus canciones. En medio de la ola contracultural de la década de los sesenta, estaba harto de que le identificasen como "el gran buda de la revuelta". Quería dejar de lado "The Times They Are a-Changing" y dedicarse al rock. De "Rainy Day Women # 12 & 35", una de las nuevas y enormes canciones, le dijo a un periodista insistente que era muy protesta. "Muy, muy protesta. Tanto que en ella protesto contra lo que he protestado en mis años de protesta". El resto de su vida no dejo de hacer lo que le dio gana, que es una forma de protestar y de rebelarse.