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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El sillón

Así que, visto lo visto -y lo que aún queda por ver- no son pocos los que esperan que una vez resuelta la incógnita electoral, y sea cual fuere la solución, a nadie se le olviden las lecciones aprendidas en estos cuatro meses de chalaneo entre partidos y burla declarada por un par de ellos a los votantes. Porque si quedaban dudas de que apenas cuenta la voluntad de los ciudadanos cuando intervienen los mercenarios interpretadores, ya debieran estar resueltas. Y si por medio hay personajes capaces de hacer todo tipo de maniobras por un sillón apetecido, peor aún.

Y es que si hay algo claro ya tras el 20/D y sus peripecias posteriores es que de una vez por todas hay que entrar en reformas profundas. La primera, que se pudo y no se quiso, en la Ley Electoral y en varios frentes; uno, para eliminar o al menos matizar el vigente mandato no imperativo que convierte a los cargos electos en dueños de sus asientos y no en representantes de los partidos y las ideas y programas con los que acuden a las urnas. Y, en segundo, para elaborar normas que impidan el cinismo de los cambios de chaqueta disfrazados con frases de Churchill o sin ellas, las contradicciones y las mentiras de los tránsfugas que se quedan con el sueldo y el sillón pero sin vergüenza.

Y es que el empecinamiento de los caraduras crea excusas sin fin -apelando siempre, eso sí, a la "democracia"- para no mirar más que a su propio ombligo ni velar por intereses que no sean los suyos. Y es cada día más evidente que en las reformas que se reclaman, incluidas las de la Constitución, no pueden olvidarse las relacionadas con las listas más votadas para protegerlas al máximo nivel legal, porque en definitiva son las que reflejan de modo directo la voluntad de los ciudadanos; lo otro son enjuagues de los que pierden para encaramarse, por un atajo, a donde no les corresponde estar. Y hay que hallar fórmulas razonables para que en general el que gane gobierne, no al revés.

A partir de eso, que parece ahora mismo lo más básico pata el futuro inmediato -aunque sin agotar el catálogo de ejemplos ni olvidar que a la mayoría de los partidos no les convienen esas reformas porque están bien como están, ejerciendo de interpretadores del voto y eso hace casi imposibles los cambios- podría entrarse en la monserga del federalismo, que se plantea por algunos como si fuese el bálsamo de Fierabrás pese a saber que esa fórmula exige, como la autonómica, la lealtad de todos al modelo, y eso, aquí, no se garantiza.

Es lo que hay, aunque falten muchas otras cosas de las que habría que hablar. Debería ser en campaña, pero ese tiempo se emplea para insultar. ¿O no...?

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