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Los ministrables de Sánchez

Después de ser ratificado como candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez ha presentado al país su equipo de ministrables. Este ejecutivo en la sombra -"en la penumbra", dicen los del PP- abunda en personas cuyo valor no se les supone porque es manifiesto. El que regresen, se inicien o sigan en la política activa de la mano de Sánchez mejora las opciones del partido ante la nueva consulta electoral, de la que (sí o sí) ha de salir el Gobierno. Por citar solamente a los más conocidos, el que ponga en duda a Josep Borrell, Margarita Robles, Jordi Sevilla, Patxi López, Gabilondo y otros no menos competentes está tocando el violón de los celos mal guardados.

Ante la juventud que venden distintas candidaturas, hay que preguntarse qué es lo que valoran: ¿la edad cronológica o la edad mental? La inteligencia y la eficacia política son compatibles en júniors y en séniors, pero estos suman una condición tan necesaria como la experiencia, que garantiza la evitación de errores ya vividos en la propia trayectoria o conocidos en la ajena. La cultura política, económica, judicial, educativa o propiamente gubernativa es valiosa por sí misma. En rigor, no tiene edad, como tampoco la tienen la honestidad, la vocación y las ideas. Hay jóvenes magníficos que reúnen todas las condiciones y los hay patéticos por la vejez del argumentario que repiten como loros o por la inconsistencia que les hace temerarios. Reunir un equipo de jóvenes prometedores y veteranos de categoría es un test de prestigio.

Pedro Sánchez se apunta ese tanto. Acaso no baste para una mayoría confortable, pero emite señales positivas a la masa de dubitativos que deciden su voto durante la campaña o en el mismo colegio electoral. Y contrapesa la eterna erosión del socialismo contra sí mismo, cuando enturbia la figura de los líderes respaldados por el grueso de la militancia. Ese cainismo tiene tanto de peligroso como de ridículo. Rajoy lo ha cortado en el PP de raíz, e Iglesias lo resuelve en Podemos con ceses o degradaciones. Tolerar al enemigo en casa es el mejor pasaporte hacia la pérdida de la confianza ciudadana. Los autoconspiranóicos tienen ahora ante sí a un conjunto de notables que vale más que ellos.

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