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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Reflexiones personales y familiares

Dice "el María Moliner" (Diccionario del uso del español, 3ª ed; 2007) que carta abierta es: "La que, aun dirigida a una persona determinada, se destina a ser difundida por un medio de comunicación". Así de simple y sencilla, pero así de clara y precisa, como todas definiciones de este diccionario de referencia para cualquier tipo de escritor. Fue publicado por primera vez en 1966 por la bibliotecaria y lexicógrafa española María Moliner Ruíz (1900-1981). La claridad, precisión y sensibilidad de los enunciados de este glosario de léxico, son como una imagen en espejo de las cualidades de su autora. Fue el diccionario ejecutado por quien consiguió, en tiempos difíciles, ser a la vez una pionera universitaria y un ama de casa. Al tiempo que se dedicaba a su marido y a sus hijos, fue durante quince años recopilando en cajas de zapatos multitud de fichas de las voces y acepciones de la lengua española. Las clasificó por orden alfabético, pero también por afinidades y derivados, y añadió sinónimos y etimologías. Como criterio único recurrió al uso de las palabras. En "román paladino", según el término acuñado por Gonzalo de Berceo (c. 1198-antes de 1264): "Quiero fer una prosa en román paladino / en el qual suele el pueblo fablar a su veçino?".

Pues bien, ya han pasado casi cinco años desde que, por iniciativa de XM del Caño, comencé mi colaboración habitual con Faro de Vigo. Durante este tiempo les he trasladado a ustedes más de doscientos artículos a página completa. Lo he realizado con la osadía de lidiar cualquier tema, pero eso sí, tratando de hacerlo con el lenguaje más claro, el que usan ustedes con sus vecinos. Para ello tengo siempre a mano, ente otras obras seminales, "el María Moliner". Me he comunicado con ustedes por carta abierta en dos ocasiones. Hoy será, en algún modo, la tercera, con la finalidad de compartir ciertas reflexiones. No obstante, la verdad es que este escribidor les pasa, queriendo o no, bastantes confesiones en cada suelto. No por ello olvido lo expresado por Michel Foucault (1926-1984): el lector se convierte en sujeto. O si quieren de forma más explícita, como mantuvo Roland Barthes (1915-1980): el nacimiento del lector se paga con la muerte del autor.

Hoy quiero empezar esta nueva carta abierta con palabras de gratitud a los que me leen y llegan al final de cada uno de mis artículos dominicales. Pero también les doy las gracias a los que intentan leerme y, al no gustarles el tema o mi estilo, abandonan el escrito. Mi agradecimiento es aún mayor para aquellos que, interpolándome personalmente, telefoneándome, o a través de las diferentes formas online, me expresan su reconocimiento. También les doy las gracias a los que, sin ánimo malintencionado, me critican. Todos ellos me animan a continuar y me ayudan a mejorar. La verdad es que me gusta dar y que me den las gracias. Soy consciente de que si algo vale lo que soy o lo que hago se lo debo a las personas que antes y ahora me dieron y me dan los medios, apoyos, formación, enseñanzas y estímulos necesarios. Aunque en mi trabajo de pediatra, trato de hacerlo bien y recibo una retribución imprescindible para mantener mi actividad profesional, agradezco aún más la expresión de gratitud. A unos y a otros -a los que me leen, en mi calidad de escribidor circunstancial, y a los que me confían la salud de sus hijos-, les doy las gracias más sinceras y vehementes. Y es que no hay mejor remuneración que la del salario emocional.

Algunos amigos, antiguos compañeros, vecinos y conocidos me dicen que apenas me ven por Ourense. Es verdad. Por un lado, ya no vivo en la ciudad. Hemos rescatado nuestro propio espacio rural en la apacible y grata aldea de Boimorto y, por otra parte, a medida que pasan los años, uno reduce cada vez más su actividad pública y social. Con la edad uno se aferra más y más a la familia que, al igual que todos, por motivos generacionales, se reduce por arriba y se extiende colateralmente y por abajo, configurando un grupo extenso y único que colma todas nuestras aspiraciones. Dicho esto les invito a pensar que la familia no son solo, padres, hijos, nietos, hermanos, tíos, primos? Son familia los buenos amigos. Y lo son esas personas con las que nos relacionamos de forma habitual y que tanto nos ayudan en el día a día. En nuestro caso, ahí están nuestros vecinos inmediatos: Manolo -nuestro guardián permanente, siempre dispuesto a echar una mano-, su esposa Generosa -repostera de primera y perfeccionista en todo-, Gabino y Pepe -que construyeron nuestra casa y siempre están en disposición de arreglar lo que sea-, Alfredo -aliado sin duda, que de manera infatigable me orienta y ayuda en las tareas del campo- y tantos otros buenos y entregados camaradas, que contribuyen a hacernos la vida más fácil y feliz. Es familia, nos guste o no, hasta el teléfono móvil, cuando nos une a todos y a todo, y casi lo es también internet y sus infinitas puertas al mundo. Pero, y esto es importante, también integran nuestra familia los que nos han dejado. Nos quedan sus recuerdos, sus fotos, sus enseñanzas y sus cosas. Dudo que haya quien pueda realmente decir que se ha quedado totalmente solo. Hasta en la soledad continua, están todavía en el hogar quien fue parte de nosotros. Está dentro de uno y está fuera, en las pequeñas cosas, en las anécdotas, en sus libros y sus personajes, en sus viejas fotos, en su serie favorita de televisión, en las colecciones que tanto le costó compilar, en su canción preferida cuando suena.

Entre los familiares que personalmente se nos han ido, el más reciente ha sido el doctor Javier Ferrero Gatón, fallecido en Santander el 6 de mayo de 2016, a los 73 años de edad. La que es su hija y mi nuera, Cristina, descubrió en la cartera de bolsillo de su padre una cuantas notas manuscritas sobre la Desiderata, que era una de sus lecturas preferidas. La Desiderata (1948), escrita por el norteamericano Max Ehrmann (1872-1945), es un poema sobre la búsqueda de la felicidad en la vida, que he de reconocer que hasta hoy no había leído. Lo que impulsó a Ehrman a componerlo lo describió en su diario: "Debería dejar un humilde regalo, un trozo de prosa que ha alcanzado nobles honores". Las actitudes, sentimientos y deseos que expresa el poema son un emotivo paralelo de los de mi consuegro, y explican por qué guardó estas letras tan cerca de sí y hasta la última hora. Javier Ferrero fue un magnífico y reconocido profesional de la medicina y la neumología; y en la Desiderata leemos: "Mantén el interés en tu propia carrera, por humilde que sea, /ella es un verdadero tesoro en el fortuito cambiar de los tiempos." Javier era amable, encantador, buscaba la paz y las buenas relaciones; y Ehrman enuncia: "Camina plácido entre el ruido y la prisa, / y piensa en la paz [?]. En cuanto te sea posible y sin rendirte, /mantén buenas relaciones con todas las personas". No renunciaba a su verdad, sin imponerla, escuchaba a todos y era dialogante; y la Desiderata reza: "Enuncia tu verdad de una manera serena y clara, / y escucha a los demás / incluso al torpe e ignorante / porque también ellos tienen su propia historia". Era humilde, respetuoso y servicial, mas estaba orgulloso de lo que había logrado; y el poema afirma: "No te compares con los demás, / te volverás vano y amargado / pues siempre habrá personas más grandes / y más pequeñas que tú. / Disfruta de tus éxitos, lo mismo que de tus planes". Era fiel a sí mismo y amaba sin reservas; y Ehrman afirmaba: "Sé tú mismo y en especial no finjas el afecto, / y no seas cínico en el amor, / pues en medio de todas las arideces y desengaños, / es perenne como la hierba". Trabajó intensamente para sacar adelante a los suyos y, por el temprano fallecimiento de la madre de sus hijos, fue a la vez, de forma cumplida, padre y madre; sin abandonar la vida activa y sana; algo que el poema aconseja: "Tú eres una criatura del universo, / no menos que los árboles y las estrellas, / tienes derecho a existir, / y sea que te resulte claro o no, / indudablemente el universo marcha como debiera". Y vivió plenamente feliz, a pesar de las contrariedades que indefectiblemente todos pasamos; también cumpliendo el poema: "Aún con todas sus farsas, penalidades y sueños fallidos, / el mundo es todavía hermoso. / Sé alegre. Esfuérzate por ser feliz".

Hace un año, en compañía de mi hermano José María, nuestro amigo Jesús Antelo y mi hijo Federico -el yerno de Javier- visitamos Santander. Fue una visita guiada, en la que mi consuegro nos acogió con generosidad y nos mostró con cariño lo mejor de su ciudad, que es mucho. Uno de esos encuentros felices que uno ya no olvida mientras viva. Gracias a él, ¡qué buen día pasamos!

A Javier le gustaba el mar, sobre todo el mar que baña las costas de Santander y falleció contemplándolo, rodeado de los suyos, disfrutando de sus nietos, dándole gracias a la vida y con fe en Dios, algo en lo que también siguió al poeta: "Por eso debes estar en paz con Dios,/ cualquiera que sea tu idea de Él, / y sean cualesquiera tus trabajos y aspiraciones,/ conserva la paz con tu alma/en la bulliciosa confusión de la vida". Fue enterrado en el cementerio de Ciriego de Santander. No podría ser en otro lugar. Es uno de los cementerios más bonitos de España, por su entorno natural único, con vistas espectaculares al azul mar Cantábrico que Javier tanto amó. Curiosamente, a su entrada se levanta un "Panteón de Hombres Ilustres" y allí me topé con la sepultura del Profesor Guillermo Arce, el que había sido maestro pediátrico de mi padre, y el que le enseñó no solo la especialidad, sino que también le contagió el amor por Santander. Tanto que allí volvía cada año mientras vivió.

Nuestra familia tuvo la suerte de que el apellido de Javier Ferrero se uniese al de la nuestra en las personas de tres de mis nietos: Jimena, Federico y Daniel Martinón Ferrero. Y Javier no se va porque en ellos se queda. Como se queda en Cristina y su titánica vitalidad. Y he de decir que yo tuve una inmensa fortuna y es que, al tiempo que yo lo quería, Javier me distinguiese y me quisiese también a mí.

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