El mar se ha convertido para los pescadores gallegos en un verdadero martirio. Se sienten acosados, más vigilados que si su actividad fuese el narcotráfico. Los tiburones de la inspección comunitaria se camuflan ahora en las embarcaciones de la Guardia Civil e incluso en tierra, a bordo de coches sin identificación que permita reconocer a unos inspectores que, más que tratar de evitar que se pesque indebidamente, van directamente a la constatación del delito.

Es un sinvivir, me decía el miércoles pasado un patrón de la ría coruñesa, después de que dos barcos del día fuesen literalmente asaltados por estos especímenes de la causa controladora "catapultados" desde una plataforma de color verde.

El nivel de tensión es cada vez mayor, por si fuese poco el que produce la escasez de posibilidades de pesca.

Los marineros de esta ría se preguntan si los inspectores comunitarios tienen alguna cuestión pendiente con ellos, a la vista de que la actitud de la propia Guardia Civil o la de los inspectores de la Xunta nada tiene que ver con ese afán -¿recaudatorio?- de los representantes de la autoridad de la UE.

El mismo patrón me preguntaba en la mañana del miércoles citado si tenía algún dato que pudiese establecer un parangón entre la vigilancia que se efectúa en la ría de Vigo y la que se constata en la de A Coruña. Y ante mi, supongo, cara de asombro, aclara: "Es que, como allí, en Vigo, está la Agencia Europea de Control de la Pesca, no vaya a ser que la tengan tomada con los marineros de aquí por eso de que el Deportivo no baja a Segunda División este año".

Da que pensar, claro. Y aunque uno intente tomarlo a broma, lo cierto es que sienta mal, muy mal, esa especie de ensañamiento con los barcos que navegan por aquí y que, mediante una presencia que se camufla como les viene en gana, lo único que logran es meter el resuello en el cuerpo y poner los pelos de punta cuando una embarcación se pone a la par del pesquero y ordena parar motor para subir a bordo.

Mi amigo, el patrón, que tiene más rociones de mar en su cuerpo que escamas posee una merluza de tres kilos, no quiere pensar en qué podrá ocurrir cuando el desembarque oficial de los descartes sea una realidad tangible y no una carallada complicada como en la actualidad.

"La persecución de los narcotraficantes va a resultar ser una broma al lado de lo que están haciendo con los pescadores. Y todo para que, en la mismísima Bruselas, les sirvan gato por liebre en cualquier restaurante de tres o cuatro tenedores, como ha ocurrido recientemente".

Van como tiburones a la caza de la presa. Tienen el objetivo a la vista, y no lo sueltan.

Lo dicho, un sinvivir.