Así pues, aunque no deje de ser una opinión personal, no parece que el presidente Feijóo haya tenido su mejor día en la última sesión de control ante el Parlamento. No es algo nuevo, pero sí bastante extraño, porque hay que reconocerle a don Alberto que sin ser Cicerón, resulta orador de categoría, con la ventaja añadida de que tiene pocos enfrente que le hagan sombra. Uno de esos pocos es el profesor Beiras, pero desde hace un tiempo se deja llevar más por el factor escénico, y eso le pierde en los debates.

El introito viene a cuento de que el presidente, esta semana, y además de recordarle al portavoz del PSOE unas cuantas verdades, -pero viejas, de esas que puede que no sumen pero tampoco resten y que ya le sirvieron en la campaña del 2009: aquello de los muebles caros y los coches de lujo-, le atizó a un candidato a las primerias socialistas cuyo triunfo interno le vendría electoralmente bien al PP porque ahondaría la división de sus antaño rivales principales. Pero eso es como las armas, que las carga el diablo y el tiro sale por la culata.

En todo caso, esa cuestión es menor, aunque demuestra lo que se ha dicho ya alguna vez: que la decisión del presidente es ir a por todas, no rehuir el choque dialéctico directo con los que pueden ser sus rivales y, como se diría en el argot popular, no dejar pasar ni una. Lo que sí es nuevo: ahora mismo,en el amplio espacio conservador gallego, su señoría es de los pocos que no solo no se avergüenzan de ocuparlo, sino que se enorgullece. Quizá porque se sabe coautor de que haya mucho país que conservar a pesar de que abunde aún lo que ha de arreglarse.

La poca fortuna, siempre en opinión personal de quien la firma, se refiere a su referencia a la financiación autonómica. Dijo que Galicia no abrirá un frente de batalla en eso y matizó que no por falta de motivos sino porque el momento podría ser especialmente inoportuno, sobre todo cuando está en marcha una cita electoral por segunda vez en seis meses y abundan los vendedores de humo con el asunto del derecho a decidir en sus programas. Como si esto fuese la Yugoslavia comunista de Tito que, por cierto, perseguía y metía en la cárcel a quienes lo reclamaban.

Dicho eso, como siempre desde el respeto, la cuestión de las finanzas autonómicas, que debe asentarse en la solidaridad constitucional -Galicia recibe más que aporta, por ahora, al menos en térninos económicos; en otros habría mucho que hablar porque darían superávit- es clave para este antiguo Reino, y necesita estar en lugar prioritario en la agenda de cuestiones. Seguramente lo está en la de don Alberto, pero no parece queen la de Montoro.

¿Eh?