Faro de Vigo

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Ceferino de Blas.

El centenario de uno de los grandes escritores españoles del siglo XX

Ceferino de Blas

La relación sentimental de CJ Cela con el FARO

¿Cuándo se empezó a llamar "faros" a los periódicos en Galicia? Es la pregunta del millón, pero está documentado que ya era común a principios del pasado siglo.

El argumento de autoridad que lo prueba lo aportó Camilo José Cela, durante una conferencia en Madrid, en 1952. He aquí lo que cuenta la crónica:

"Camilo José Cela, con su personalísimo estilo, liso y llano, recordó aquel Padrón de cuando él era niño y voluntariamente ayudaba a despachar el Faro, en un portal de la villa, a una vendedora de periódicos. Contó, con gracejo, que uno de los parroquianos siempre llevaba el ABC, y que cuando llegaba el momento de servirle, la vendedora le decía: Camiliño, dálle a ese señor O Faro de Madrid. O sea que todos los periódicos, los de Vigo y los de fuera de Vigo, tenían que ser Faros. Faro quería decir periódico".

Es uno de sus recuerdos infantiles imborrables, que recogerá en sus memorias, iniciadas en los años cincuenta, y recopiladas definitivamente en el libro "La Rosa" (Espasa, 2001), prácticamente con idénticas palabras.

Es evidente que nadie tiene respuesta a la pregunta de cuándo se comenzó a llamar a los periódicos "faros", una denominación que ahonda en el tiempo y pertenece a la memoria colectiva. Pero también lo es que en la infancia de Camilo José Cela, que hoy cumpliría cien años, en Padrón ya eran "faros" todas las cabeceras que llegaban al quiosco.

El que primero autentificó el hecho de que los paisanos gallegos llamaban "faros" a los periódicos, y quien dio cauce a la acepción culta de tal expresión, fue el propio CJ Cela. A él corresponde la primacía de asumir la voz popular, que con el tiempo se convertiría en una cita recurrente cuando se habla del decano de la prensa española.

El alumbramiento ocurrió durante un homenaje a FARO DE VIGO en el Centro Gallego de Madrid. Además de CJ Cela intervinieron otros intelectuales de la época: Gamallo Fierros, Eduardo Palacios, Fernández Oxea, Fernández Pousa y Fraga Iribarne, que entonces todavía no había llegado a ministro, aunque ya ocupaba un cargo oficial.

De lo expuesto se deduce que la relación de Camilo José Cela con el Faro era sentimental y entrañable. En su infancia Faro no solo era el diario que se leía en su casa, ya que acudía al quiosco a buscárselo a su padre, sino el que veía por todas partes en Vigo cuando residió en la ciudad.

Hijo de padre viajero, por razón del cargo administrativo que desempeñaba, habitó de niño en Vigo, en la casa de la calle de Policarpo Sanz, donde luce su placa: "Viviu nesta casa sendo neno, de 1921 a 1925".

De esa etapa, entre los cinco y los nueve años, cuando se traslada a Madrid, recuerda sin ira cómo le expulsaron del colegio por dar un mordisco, según escribe en "La Rosa", o una patada a una monja, como cuenta en una deliciosa entrevista, publicada aquí, a Mariano Tudela, el escritor del que se decía que era su "negro".

A mediados del pasado siglo dirigía el Faro su amigo, el poeta Francisco Leal Insua, y la relación de Camilo José Cela con el periódico fue muy estrecha. De ese periodo quedan dos colaboraciones, en 1953, el artículo titulado "Padrón, Padrón, Santa María, Lastrove"..., y de 1955, "Piedra y carne de Compostela".

Y aunque "en esa dura pelea por el garbanzo", como definía su tarea de articulista, había escrito unos 600, entre 1943 y 1952 ("La forja de un escritor"), la mayoría en "Arriba" y "La Vanguardia" y en revistas literarias, no solía hacerlo en otros periódicos. De ahí el interés de sus artículos faristas. Desde 1954 se volcó en los "Cuadernos de son Armadans", cuando se traslada a vivir en Mallorca.

Cela pronunció en Vigo una memorable conferencia en 1957 sobre "Recuerdos y semblanza de D. Pío Baroja". Fue en el Círculo Mercantil, y su presencia fue acogida en la ciudad con alborozo.

En estas páginas quedan, además de la recensión de su intervención, una interesante entrevista que le hizo el entonces joven periodista, Santiago Vilas, años después profesor universitario en EEUU, donde habita.

Entre otras respuestas, esta muestra: "Carezco de prejuicios burgueses. Para escribir de la vida hay que vivirla. Me dejé la barba para pasar desapercibido. ¿Mi estilo? una pluma puesta al servicio de la dolorosa y amarga verdad"...

Una demostración del afecto que CJ Cela sentía por el Faro es que le dedicó un poema en gallego, que titula "romaxe da historia natural", que el periódico transcribe. Es uno de sus contados textos en gallego.

Cela está "íntimamente vinculado a la ciudad", atestiguan los periódicos. Su conexión con Vigo diverge de la de Torrente Ballester, que también fue vecino. La suya es afectuosa, mientras Torrente se dejó llevar de la leyenda de que Vigo era una ciudad escasamente culta, porque sólo recibía dos ejemplares de la "Revista de Occidente": uno la compraba él; el segundo, otro lector. El Nobel siempre valoró de Vigo su potencialidad, sin entrar en cuestiones intelectuales.

Pero hubo un momento de enfado, como en todas las relaciones humanas prolongadas. Ocurrió después de recibir el Premio Nobel, el 19 de octubre de 1989, que la ciudad de Vigo recibió con enorme regocijo. Un concejal de la época, Alvite, empeñado en crear un referente gastronómico, para cuya sede se rehabilitó un edificio del Berbés, lo contrató para pronunciar la conferencia inaugural. Pidió una cantidad importante: 2 millones de pesetas, que el Ayuntamiento aceptó. El dato trascendió, llovieron algunas críticas, y Cela renunció a dar la conferencia y a los 2 millones. Y es sabida su preocupación por el dinero, desde la dura experiencia de la posguerra.

El enfado se atenuó cuando, al poco tiempo, se le dedicó el parque que hay entre Pi i Margall y Torrecedeira, que lleva su nombre. Aceptó complacido este detalle de los vigueses, porque no era rencoroso.

A nadie podía extrañar su enfado. Era mucho dinero el que perdía. Y aunque no había trascendido, porque se llevaba con discreción, quedaba reciente un periodo de transición en que Camilo José Cela dejó de figurar entre las predilecciones de los editores y los periódicos. Sería después de publicar "Mazurca para dos muertos", y antes de "Madera de boj".

El escritor se acordó entonces del periódico de su infancia. Fue cuando el gran reportero Manu Leguineche -fundador de la Agencia Lid, que definía el periodismo como un ejercicio de contar historias, y donde se dio a conocer Umbral y bregaba Pilar Cernuda-, llamó al director del Faro para proponerle una colaboración de Cela. "No tiene muchos sitios donde escribir y te agradecería que ceptases la oferta", se sinceró Leguineche.

No hubo tiempo para una respuesta, porque llegó el Nobel, CJ Cela volvió al primer plano y con posibilidades de escribir donde le viniera en gana. Lo haría en ABC.

La pasión de ambos por la Alcarria unió a Cela y a Leguineche. Y cuando llegaron mal dadas, Cela le pidió que llamase al Faro para publicar sus artículos. Pervivía su relación de afecto con el periódico de su infancia.

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