Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

La cura del ergotismo

Hace 32 años tuve en mis manos un manuscrito fechado el 8 de junio de 1485. Estaba escrito en francés medio, con mala caligrafía, sobre dos folios de papel de ruin calidad y peor estado de conservación. El manuscrito estaba autografiado por un individuo llamado Pierre Lorayne. El autor decía proceder de Valence (vinculado históricamente al Delfinado y antiguamente, en castellano, Valencia de Francia, hoy regiónde Rôdano-Alpes) y haber peregrinado a Santiago por la Vía Tolosana, en cumplimiento de una promesa por la curación de un hijo afectado de "calenturas pútridas". Al regreso de Santiago aseguraba haber contraído ignis sacer. "Sufrí frío intenso en las piernas, seguido de calor que me abrasaba y fuertes dolores. Las piernas se me pusieron negras como del carbón y se encogieron". Por ese motivo pidió ser acogido en el Hospital Convento de San Antón de Castrojeriz, donde solicitó la Tau bendecida, recibió el pan y el vino de San Antonio y fue sometido a "serratura" de la pierna derecha por encima de la rodilla. La pierna cortada fue colgada en la puerta del hospital. Finalmente, dos meses después, pudo volver a su tierra de origen.

El documento estuvo a mi alcance en 1984 cuando, acompañado de mi amigo Manolo Michelena, recorríamos la calle de la Paja (carrer de la Palla) de Barcelona, dispuestos a visitar algunas de las muchas librerías de viejo que entonces allí estaban establecidas. La intención era la habitual, la búsqueda de algún libro o documento de nuestro interés que estuviese al alcance de nuestro bolsillo. Al inicio de la calle había una pequeña, destartalada y anticuada librería, atendida por un muy anciano matrimonio. Hoy ya no existe, habrá desaparecido bien por el fallecimiento de sus propietarios sin descendientes o quizá por el fin de la moratoria para los arrendamientos antiguos, que hirió de muerte a muchas tiendas centenarias. Están en mi memoria sentimental las veces que entré en aquel establecimiento y siempre con la misma primera sensación, la de que aquí no hay nadie. Mas una vez dentro, siempre se oía la voz afable y ya temblorosa de sus propietarios, sentados, por no decir escondidos, detrás de un alto mostrador que dividía en dos aquel pequeño y mal iluminado recinto. Ese mismo día pude adquirir allí algunos ejemplares de la preciosa Biblioteca Universal de Montaner y Simón. También nos mostraron un legajo de manuscritos, entre los que estaba el del peregrino. No pude procurar el aludido documento, pero si tomar las notas que acabo de transcribirle, gracias a las facilidades y la traducción que me transcribió el propio y culto librero. En documentos similares hay constancia de la atención por los Antonianos a enfermos de ergotismo. Conozco el de un peregrino que, en 1483, ingreso y falleció por ergotismo en el Hospital de Santa María la Real de Burgos. Asimismo están los casos citados por Macìa Tomás en Mallorca, entre los que constan dos mujeres que se curaron y después ingresaron en la orden antoniana.

Ya habíamos adelantado (léase Faro de Vigo, 24.04.2016) que el ergotismo o "fuego de San Antón" era producido por la ingestión del cornezuelo de centeno y que el cuadro clínico podía manifestarse de dos formas: el ergotismo agudo o convulsivo y el ergotismo crónico o gangrenoso. También avanzamos que, entre todas las instituciones y órdenes religiosas que asistieron a los enfermos con este mal, la más importante fue la Orden Hospitalaria de los Antonianos, fundada en 1095, que llegó a tener casi 400 hospitales con esta finalidad. De estos, muchos estaban emplazados a lo largo del Camino de Santiago tanto en los puertos de montaña (Roncesvalles), como en cruces de caminos (Puente la Reina). Las encomiendas mayores se establecieron en Castrojeriz (primera fundación española, en 1146, por iniciativa de Alfonso VII) y Olite. Frente a los que mantienen que el ergotismo era adquirido en Galicia, otros -como el médico y escritor Juan Ramón Corpas Maunleón (La enfermedad y el arte de curar en el camino de Santiago entre los siglos X y XVI. Xunta de Galicia; 1994)- afirman que la enfermedad la traían de la Europa fría, donde se consumía pan centeno, y se curaba de forma progresiva en las zonas meridionales, productoras de trigo y pan candeal.

El origen y denominación de Antonianos proviene de San Antonio el Egipcio, eremita que vivió en Egipto durante el siglo III (d.C.). Antonio nació en Quuman el-Arus (Coma), al sur de Memphis (Alto Egipto), hacia el año 250, de nobles y ricos padres. Vivió vida ascética, tuvo seguidores y sufrió persecución en Alejandría. Expiró un 30 de enero de 356, cuando contaba con 105 años. Primero fue enterrado en lugar secreto, en el desierto, y después en una iglesia de Alejandría, desde donde lo trasladaron a la iglesia de San Juan Bautista de Constantinopla. Posteriormente, en 1074, un hombre del Delfinado, Jocelyn de Castronovo, cumpliendo una promesa por la curación de su hijo de "fuego sacro", llevó sus restos a Motte-aux-Boix y, desde entonces fueron venerados en un templo en Vienne. La llegada a Francia de estas reliquias coincidió con la aparición del ergotismo y los enfermos recurrieron a la intercesión de San Antonio para su sanación. Diversas circunstancias y hechos milagrosos sentaron la creencia de que el santo era el único que podía curar el "fuego sacro", lo que conllevó a que a partir de entonces se le denominase "fuego de San Antonio". En la actualidad, los restos de San Antonio son venerados en la iglesia de Saint Marcellin, en la región de Isère. A fines del siglo XI, en 1090, entre la multitud de hombres enfermos de ergotismo de todos los lugares que llegaban a La Motte, estaban dos gentilhombres: Gaston, señor de la Valloire y su hijo Gérin, afectado de ergotismo. El padre prometió a San Antonio que si su hijo sanaba consagraría todos sus bienes al alivio de los afectados por el "fuego sagrado". Gastón tuvo un sueño en el que San Antonio solicitaba el cumplimiento de la promesa. Mientras el santo le hablaba, el noble pensaba si sus bienes serían suficientes. Entonces San Antonio le ofreció su báculo en forma de Tau y le ordenó que lo clavase en la tierra. En ese momento vio como crecía un gran árbol lleno de flores y frutos bajo el cual se veían muchos pobres sin manos ni pies que, a la sombra del mismo, se consolaban. San Antonio procedió a explicarle la visión: "Advierte que tú has de plantar un árbol en el tronco de la piedad y en la raíz de la caridad, y este árbol extenderá sus ramas muy largamente y de sus frutos se sustentarán los pobres". A los pocos días de la visión Gérin estaba curado y Gaston, en unión de otros ocho gentilhombres, fundó un hospital conocido como "de los desmembrados", la comunidad secular de la Orden de los Caballeros de San Antonio y la Cofradía de los Hermanos de la Limosna. Estas fundaciones darían origen a la orden monástica y a los diferentes hospitales. Los hospitalarios vestían hábito negro con una cruz en forma de Tau en tela azul turquesa en el lado izquierdo del pecho -la Tau es una letra del alfabeto griego, en forma de T-. Se ha sostenido que esta T simbolizaba las muletas que usaban los afectados, pero en realidad es signo bíblico de protección, redención y salvación. Los laicos con profesión temporal de obediencia, vestían también el hábito y, además de pedir limosnas del pueblo, llevaban los cerdos a pastar y los sacaban por las calles y plazas a "porcos, ganata et bestiaria grossa et minuta al honorem dicti sancti". Con una curiosidad, los cerdos también llevaban colgada una esquela con la Tau.

En los hospitales los enfermos eran alimentados con pan blanco de trigo -"pan de San Antonio", que antes de ser cocido, era marcado con la Tau- y, al dejar de consumir pan contaminado, los casos menos graves se curaban. Para beber se le daba el "vino santo" o bien era derramado sobre las lesiones de los miembros afectados. El vino era destilado con costosos ingredientes, como oro, mirra y azúcar, y después era filtrado sobre los huesos de San Antonio, que los hospitales guardaban en los relicarios. Se ha planteado la hipótesis de que el vino tenía una elevada concentración de alcohol, que sumado a hasta catorce plantas sedativas, narcóticas y vasodilatadoras, hacían que la sangre fluyese de nuevo a las extremidades. De igual modo se recurría a otras curas tópicas como apósitos de hoja de bledo, cataplasmas de parietaria, vendas con grasa de cerdo y raíces de mandrágora. Los cirujanos sangraban a los enfermos y, cuando era necesario, realizaban la amputación de piernas y brazos en una operación denominada "serratura" (Manual de Cirugía de Campaña de Gersdoff, 1540). Para poder practicarla, los médicos se preparaban en los mejores centros de Salerno, Padua o Montpellier. Con esta formación básica, unida a una experiencia continua, lograban gran destreza, que era reconocida por el pueblo. Los miembros amputados, a manera de exvotos, eran colgados en los portales de entrada a los hospitales de la Orden donde, negros e incorruptos, se conservaban indefinidamente, a la par que servían para que estas instituciones pudiesen ser identificadas desde la entrada. Además utilizaban otros emblemas de reconocimiento: delfines en los blasones -en recuerdo de su origen en el Delfinado- y numerosas labras de Taus. Todavía podemos contemplarlo en las espectaculares ruinas conservadas del monasterio San Antón de Castrojeriz.

A partir del siglo XVII la orden de los Antonianos declina, hasta que desaparece en el siglo XVIII con el retroceso del ergotismo. No obstante, el culto a San Antón continuó hasta la actualidad y, todavía en bastantes lugares, se celebran hogueras en su recuerdo de sanador el ergotismo.

Compartir el artículo

stats