Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Trump, otro antisistema

Contra los pronósticos de las casas de apuestas y los deseos de su propio partido, el republicano Donald Trump está a un paso de disputarle a Hillary Clinton la presidencia de Estados Unidos, que en buena medida es también la de España. Quizá por eso las elecciones del próximo noviembre en la cabeza del imperio que lidera a Occidente debieran importar más que las de aquí a los propios españoles.

Muchos pensaron en su día que el "Yes, We Can" de Barack Obama había sido el lema inspirador de Podemos, pero poco tiene que ver el partido de Pablo Iglesias (Jr.) con el todavía presidente de Norteamérica y del mundo en general. Allá por las tierras del rancho grande, el verdadero líder antisistema es el magnate Trump, millonario y republicano. A veces, las referencias engañan.

Los americanos son muy suyos, ya se sabe. El Partido Republicano, que en España evocaría ideas insurgentes, viene siendo en USA el más conservador de los dos que habitualmente se turnan en el mando. Parece lógico que un partido más o menos equiparable al PP español como este haya hecho todo lo posible por impedir que el outsider Trump se convirtiese en su candidato a la Casa Blanca. Sin el menor éxito, por lo que se ve.

Para consternación del partido que situó en la presidencia al antiesclavista Abraham Lincoln -entre otros muchos notables-, Trump tiene ya las papeletas que lo convertirán en aspirante a suceder a Obama. Los prebostes del Grand Old Party, a quienes Trump se refiere desdeñosamente como casta de políticos profesionales, se han negado incluso a facilitarle un vicepresidente con el que hacer pareja. "Eso sería tanto como comprar un billete para el Titanic", dijo uno de ellos, justamente alarmado por las proclamas racistas y xenófobas del candidato.

Trump representa el cabreo de una parte de las clases medias americanas, irritadas -al igual que las de Europa- por la pérdida de estatus económico que les infligió la crisis. Con el lenguaje vociferante y simplista de los charlatanes, el ya candidato logró convencer a muchos damnificados de que sus males provienen de la mundialización de la economía, el mercado global y la entrada masiva de inmigrantes a su país.

Esas ideas reaccionarias, compartidas por la extrema derecha de allá y la extrema izquierda de acá, son el estiércol que sirve de abono para que germinen votantes movidos por la xenofobia y/o el provincianismo financiero. Solo era cuestión de tiempo que apareciese un Trump para canalizarlas.

Salvadas las distancias -no solo geográficas-, Trump es el equivalente americano de la francesa Le Pen, del italiano Beppe Grillo y tantos otros luchadores contra el sistema (democrático) que florecen a este lado del océano. Por una vez, la vieja Europa ha contaminado con sus hábitos políticos a la gran democracia norteamericana que Tocqueville creía fundada sobre las bases del libre comercio.

Dicen las encuestas que Trump tiene poco que hacer frente a la señora Clinton; pero tampoco le daban la menor posibilidad de ser candidato; y ya se ve lo que pasó. Mejor será que acierten esta vez. Con un nacionalista exaltado al mando de Estados Unidos y un exjefe del KGB nostálgico del imperio ruso en el Kremlin, podría ocurrir cualquier cosa: y ninguna tranquilizadora. Aunque los dos se lleven bien, de tanto como se parecen.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

Compartir el artículo

stats