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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

Reconstruir el bipartidismo

Ayer, el Rey inició una nueva ronda de consultas para que los partidos le expliquen por qué no han podido formar gobierno, que es su primer, y más importante, cometido en el inicio de cada legislatura.

El 22 de enero pasado, tras la primera ronda de consultas, el Rey le había encargado la formación de ese gobierno al líder de la minoría más votada, pero el señor Rajoy declinó el encargo so pretexto de que, en ese momento, no podía reunir el número de escaños necesarios para formar un ejecutivo con garantías de una cierta estabilidad, aunque no descartaba lograrlo en el futuro.

Algunos politólogos (profesión en claro auge) quisieron interpretar la decisión de Rajoy como una jugada maestra de táctica política cuando no como una gallegada genial. En opinión de esos politólogos, el presidente en funciones se echaba momentáneamente al lado, dejaba que sus adversarios se desgastasen peleando inútilmente entre ellos, para luego retomar la iniciativa y ganar la partida de largo apuntándose las bazas restantes incluidas las diez de últimas. Más o menos como hacen esos avezados jugadores de tute que dejan a los otros enseñen que sus cartas hasta que sacan a relucir las suyas a sabiendas de que son ganadoras.

La renuncia del líder del PP le ofreció la posibilidad de intentar la formación de un gobierno al líder del PSOE, y este escogió para abrir el baile al dirigente de Ciudadanos, la cuarta formación en número de escaños, lo que puso de manifiesto claramente que la socialdemocracia prefiere cualquier clase de apaño con el centro derecha antes de cualquier otra relación con una alternativa situada más a la izquierda que pueda disputarle ese espacio.

Durante un tiempo estuvimos entretenidos con ese juego de disimulos y apariencias. El PSOE amagaba con la posibilidad de incorporar a Podemos a su alianza con Ciudadanos, y Ciudadanos hacía lo mismo con el PP. Hasta que el juego se acabó y todos los implicados aprovecharon la ocasión para reprocharse unos a otros la responsabilidad de la no formación de un gobierno de coalición que parecía ser el deseo de un amplio espectro del electorado.

La nueva convocatoria electoral, señalada para el próximo 26 de junio, no tendrá otro interés que el de comprobar si el hastío de los ciudadanos hacia los partidos modificará o no, y en qué proporción, la actual composición del Congreso y del Senado. Lo que sí parece evidente es que el PP intentará rescatar los votos que se le han ido a Ciudadanos, y el PSOE los que haya podido llevarse Podemos, un partido que amenaza con arrebatarle la primacía de la izquierda si pacta con los antiguos comunistas.

De cómo terminará esta operación de rescatar del bipartidismo aún no estamos en tiempo de saberlo. En cualquier caso, de esta brevísima (casi diríamos non nata) legislatura, hemos sacado pocas cosas importantes en conclusión. Excepto gestos y ocultaciones. Los gestos, casi siempre a cargo de Podemos (bebés en los escaños, besos en la boca en el hemiciclo, petición de carteras ministeriales por anticipado, etc., etc.). Y las ocultaciones, a cargo del PP que pasó estos días barriendo bajo la alfombra la corrupción propia. Además de eso, tuvimos la moda de los paseos a ninguna parte con el líder braceando enérgico en el centro rodeado de sonrientes conmilitones.

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