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Anuncios con rimas (I)

Cuentan de un sabio que un día / tan enfermo se encontraba / que con afán trasegaba / todo el vino de su tía. / Otro sabio que sabía / lo que aquel sabio bebió / con gran afán protestó / pues la ciencia le ha enseñado / que Carta Blanca ha curado / a todo el que la tomó.

Carta Blanca, un licor dulzón para definir con dos palabras su textura al paladar, protagonizó la primera campaña publicitaria más antigua en el tiempo que conoció esta ciudad y que empleó la rima o el ripio en su mensaje subliminal al consumidor pontevedrés.

De esto último va precisamente esta pintoresca crónica: no de anuncios curiosos o antiguos, que sería una opción más facilona, sino de publicidad versificada made in Pontevedra a lo largo del último siglo.

Entre diciembre de 1918 y enero de 1919, Carta Blanca se anunció en la prensa local cada día con un verso diferente, sin duda algo nunca visto hasta entonces. Más de sesenta anuncios distintos en dos meses.

Me agrada mucho el teatro / el fútbol también me encanta / pero nada me gusta tanto / como beber Carta Blanca.

Esta insólita campaña, que merecería por sí sola un estudio en nuestra facultad de Ciencias Sociales, reunió dos características peculiares: una, que nunca reflejó el tipo de bebida de que se trataba: si era un refresco, una cerveza o un tónico; y otra, que siempre que pudo incluyó algún tema de vibrante actualidad. Para muestra este botón:

El problema catalán / por su extensión me amedranta / pero se van a chingar / no les daré Carta Blanca.

Si Carta Blanca fue el primer producto que acaparó un montón de anuncios versificados, Enrique Marescot fue el primer pontevedrés distinguido que en 1926 puso su buen nombre y fama profesional al servicio de una campaña publicitaria del célebre tónico Aníbal.

En este caso, no se empleó ningún verso o ripio, ni tan siquiera un eslogan. Simplemente el tónico Aníbal se presentaba en toda España con el aval de destacados médicos, que aconsejaban su consumo por sus propiedades curativas. Y particularmente en Pontevedra contó con la recomendación expresa del doctor Marescot, quien rubricaba el mensaje siguiente:

El Gran Vino Aníbal es un excelente tónico para la convalecencia de los enfermos operados, en los que se observa mejorar eficazmente el estado general.

Muy repetido en la prensa de la época, este anuncio iba acompañado de una referencia a Ángel Cereijo, su representante en Pontevedra. Durante mucho tiempo, Aníbal tuvo su principal competidor en Sansón, otro vino dulzón de características semejantes.

No pocos bares que hoy ya no existen, utilizaron vinos y licores como protagonistas de sus anuncios versificados, de inspiración desigual. Uno de los más célebres, también casa de comidas y de hospedaje por su vecindad a la parada de coches de línea, era el bar Roma, en Riestra 16.

Hoy fui al Roma con Pepito / y nos dieron un vinito / ¡señores, vaya canela! / Si de él tomara un vasito / resucitaba mi abuela.

Otros bares que también hicieron sus pinitos versificados, aunque de menor ambición poética, fueron el café Español, en San Guillermo 62, o el bar Manolo, en Princesa 15:

Café Bar Español: En café y licores / recuerde siempre / somos los mejores.

Bar Manolo: Sempre os millores caldiños / albariños, catalanes e caíños.

Cuando el propietario del no menos popular Bar X, ubicado en la esquina de Riestra con Gutiérrez Mellado, tuvo que publicitar en 1935 su traspaso por ausencia, recurrió a un apremiante eslogan: No pierda el tiempo / si quiere ganar dinero.

Y puesto que hablamos de iniciativas pioneras en publicidad local, el inolvidable restaurante Calixto, en Benito Corbal 8, creado por Calixto Díaz Pedrasy y potenciado luego por su hijo Calixto, fue el primero que apostó decididamente por su nombre a secas como marca de la casa.

Calixto resultó la única y exclusiva referencia que apareció en todos sus anuncios durante muchos años. Ninguna otro detalle: no indicaba lo que era, si bar, si ultramarinos o si comercio; ni tampoco reseñaba su dirección. Solo Calixto. Por su nombre lo conoceréis: ir a Calixto en Pontevedra siempre fue sinónimo de buena comida.

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