Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Meditaciones budistas de Rato

El paisaje hosco y desolador de la corrupción generalizada nos ofrece, de cuando en cuando, alguna imagen insólita, incluso divertida. Como esa foto del exministro, exgerente del FMI y exbanquero Rodrigo Rato durante sus seis días de retiro en un monasterio budista de Pedreguer, provincia de Alicante. La información es muy escueta y solo ha trascendido que la meditación se desarrolló en silencio y que durante la misma los partícipes pudieron aliviar el estrés y la ansiedad que traían de fuera del cenobio. Por lo demás, la matrícula del curso costó 395 euros y el precio de la celda individual que ocupó el exministro fue de otros 348. El señor Rato está pasando por un mal momento. Los jueces le imputan haber cometido 11 delitos de corrupción y otros 9 fiscales y por si fuera poco se ha descubierto recientemente, gracias a los llamados papeles de Panamá, que poseía sustanciosas cuentas opacas en paraísos fiscales.

A un hombre que fue tan poderoso en el mundo de las finanzas, el súbito cambio de la suerte le debe de parecer una pesadilla y es lógico que busque la forma de aliviar la presión que sufre asistiendo a un curso de meditación budista o a unos ejercicios espirituales en una residencia de jesuitas. Y dado su carácter y su formación parece más recomendable haber optado por el primer método. El budismo no es propiamente una religión ni una escuela filosófica, aunque contiene elementos que la asemejan a las dos. Tampoco es teísta, ni cree en la existencia de un dios creador y su objetivo principal es mejorar la vida del hombre liberándolo de su principales enemigos que son el odio, la codicia y la ignorancia. En Europa comenzó a ganar adeptos a partir del siglo XIX, gracias, entre otros, al filósofo alemán Arthur Shopenhauer, que lo consideraba el mejor de todos los movimientos espirituales imaginables. No obstante lo anterior, el teólogo católico Hans Küng lo incluye a efectos metodológicos entre las grandes religiones. Al fin y al cabo, escribe Küng, "para el cristianismo y para el budismo es esencial compartir la esperanza de que lo último, lo definitivo, está libre de sufrimiento". Y por ahí debe caminar hacia su liberación del acoso de los jueces y de la prensa don Rodrigo Rato. Lo malo del asunto es que aliviar ese sufrimiento requerirá algo más que seis días de meditación en un monasterio budista, y puede que también, en el peor de los casos, más de un año entre rejas. El consuelo de la religión, o de la filosofía, ha iluminado la vida de muchos políticos y de otros personajes famosos en momentos de grave zozobra y desconcierto.

Ahí tenemos, por ejemplo, el caso de un ilustre correligionario del señor Rato como es el actual ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. El señor Fernández Díaz, al que conozco de su etapa como gobernador civil con la UCD, era entonces un joven católico no practicante amigo de la buena vida. Y nada parecía apuntar a que cambiase de trayectoria. Pero un día, invitado por el Departamento de Estado norteamericano visitó Las Vegas, la "ciudad del pecado", y allí sintió la llamada de Dios. Suele ocurrir que lugares desérticos alumbren vocaciones religiosas.

Compartir el artículo

stats