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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Una UTE para las elecciones

Si de todos modos van a acabar por juntarse, lo natural sería que los partidos llegasen ya aliados a las urnas en coaliciones de izquierda y de derecha. El votante tendría más claro lo que elige y todos nos ahorraríamos unas negociaciones tan tediosas -e inútiles- como las que siguieron al último gatillazo electoral.

Basta con que los líderes partidarios tomen el ejemplo de los constructores, que tanto han hecho por financiarlos. Los capitanes del ladrillo suelen agruparse en Uniones Temporales de Empresas (UTE) para acometer determinadas obras de importancia; y lo mismo podrían hacer los partidos sin merma alguna de su soberanía.

Habrá dificultades, naturalmente. El partido de Mariano Rajoy, por ejemplo, es como un huerfanito al que nadie quiere arrimarse; pero aun así dispone en Albert Rivera de un compi yogui con el que acudir de la mano -o de lo que sea- a las elecciones. Si el jefe del PP y el de Ciudadanos dan por supuesto que alumbrarían un gobierno mono o bicolor en el caso de que la suma de escaños se lo permitiese, lo lógico es que lo propongan antes de la votación y no después.

Sin más que pactar un programa conjunto y poner un guion entre las siglas PP y C's, esta Unión Temporal de Partidos podría hacer a sus electores una novedosa oferta de dos por uno, como las promociones habituales en el comercio.

A la UTP podrían agregarse todavía otros partidos de derechas como el PNV, Coalición Canaria o la antigua CiU de Cataluña; aunque esto, la verdad, no parece probable dadas las peculiaridades federales de España. Experiencias anteriores sugieren que a los nacionalistas les gusta más hacer negocios después de las elecciones, cuando el precio de sus escaños cotiza al alza en la Bolsa del Congreso.

Por la banda de la izquierda, el problema es más bien de sobreabundancia de empresas, que a menudo provocan una atomización de esa parte del mercado. No obstante, existen dos firmas mayoritarias -PSOE y Podemos- que, en vez de disputarse el liderazgo de la clientela común, podrían aliarse en una UTE para aprovechar las ventajas y sinergias de la unión.

La alianza estaría incluso en condiciones de engordar y ensancharse con Izquierda Unida, la CUP, Bildu y, desde luego, las sucursales de Podemos en Cataluña, Galicia y Valencia. Tamaña suma de siglas daría lugar a un nombre aún más largo que el de la Compañía Internacional de Coches Cama y de los Grandes Expresos Europeos; pero nada hay que los expertos en marketing y marcas no puedan solucionar.

La verdadera dificultad reside, naturalmente, en conciliar los programas electorales de esos partidos para que puedan presentar una oferta común a los electores. El empeño parece un tanto imposible, por lo que se ha visto en estos meses. Pero el caso es que, si van a tener que negociarlo de todos modos una vez celebrada la votación, mejor sería que lo dejasen claro antes.

No será necesario subrayar las ventajas de estas uniones temporales de empresas aplicadas a la política. Al votante se le simplificaría la elección: y por apretado que sea el reparto de escaños siempre quedará la posibilidad de que la UTE más votada se ponga a gobernar sin necesidad de agotadoras reuniones y diarias ruedas de prensa.

De aquí al 26 de junio sobra tiempo para formar las oportunas coaliciones. Después, ya solo quedará perderlo en chalaneos.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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