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OPINIÓN

El insulto, esa moneda de cambio

Nada edificante y, por contra, muy preocupante lo que aconteció en el pleno del Concello de Ourense, con un nombre propio, el de Pérez Jácome. Se convirtió en un protagonista de una zafia puesta en escena, que fue cultivando, durante el tiempo que permaneció en el salón de sesiones, con todo tipo de insultos, por mucho que luego intentase convertirlos en calificativos de discurso político.

No hay defensa alguna. Y lo sabe. Cosa diferente es que quiera reconocerlo. Cuestión que no entra en su ideario político de comportamiento. Quedó claro que no tiene más razón aquel que más chilla o el que descalifica con expresiones que son exabruptos casposos y que revelan un tic un tanto preocupante. No había necesidad de eso, aunque se veía venir. Ni siquiera la ansiedad legitima por ser alcalde pueden ser el salvoconducto que pretende esgrimir Jácome. Y en estos tiempos que corren, con la clase política señalada y cuestionada por la ciudadanía, episodios como los de ayer no hacen más que alimentar ese rechazo. No se puede convertir un foro de esencia democrática, como es el Concello, en un garito en el que la moneda de cambio es el insulto, las descalificaciones y los malos gestos, cuando debería ser todo lo contrario. Que poco se tienen en cuenta lo de que la gente se entiende hablando, sin que eso suponga discrepar hasta con vehemencia.

La de ayer. Una nueva página negra en la historia municipal.

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