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Parece mentira que alguien con la trayectoria a sus espaldas que tiene José Manuel Soria haya tenido que dejar el ministerio, el escaño y hasta el ejercicio de la política a causa de errores propios de un párvulo. Quien fue alcalde de Las Palmas, presidente del Cabildo Insular, consejero y vicepresidente del gobierno de Canarias, mandamás eterno del Partido Popular en el archipiélago y ministro debería haber manejado con mucha mejor mano el asunto de sus sociedades instaladas en paraísos fiscales.

Gestionar empresas opacas cuando uno se dedica a sus negocios y no tiene cargo alguno en la administración entra en las actividades cotidianas de cualquier empresario de mucho éxito. Tener una sociedad instalada dentro de ese limbo de los llamados paraísos fiscales es de por sí legal mientras no se utilice con fines delictivos. Pero hay dos cosas que no se le permiten a un político con altas responsabilidades. La primera, que mantenga, si es que las ha tenido, esas actividades cuando da el salto a los cargos públicos. La segunda y más crucial, que mienta.

El ya exministro Soria se ha ido con entereza y dignidad al abandonar además del cargo en el Gobierno su acta de diputado; no se le podrá echar en cara que se ampare, como tantos otros hacen, en los fueros. Pero lo que se entiende mal es que, habiendo cometido el error de seguir como dueño y administrador de una empresa opaca cuando ya era alcalde, haya optado por negarlo cuando era obvio que esos trapos sucios saldrían a la luz. Justificar semejante torpeza diciendo que no se acordaba de qué empresas administró en su día es aún peor: suena a tomadura de pelo para la inmensa mayoría de los ciudadanos que jamás administrarán nada. Pero a mi juicio el subconsciente le sigue traicionando a Soria incluso cuando ha purgado sus equivocaciones dejando todos sus cargos. Al enterarse de que Hacienda le quiere abrir un expediente, el exministro ha dicho de manera textual que "Montoro hará muy bien en investigarme: no va a encontrar nada".

Es el error final. Lo que Soria o cualquier otra persona bajo sospecha debería decir en esas circunstancias dudosas es que no le encontrarán nada porque no lo hay. La frase de "no van a encontrarlo", sin más, suena a desafío chulesco, a confianza en la capacidad que tiene uno para esconder las cosas.

Quizá Soria no quiso transmitir semejante mensaje pero sus palabras son las que son. Con la particularidad añadida de que esa voluntad de ocultamiento, que para eso mismo sirven las sociedades opacas, resulta luego quedar traicionada por culpa de los husmeadores hackers se llaman ahora capaces de hacerse con la documentación de cualquier banco o despacho de los que se dedican a gestionar las fortunas ocultas. Yo no sé si Hacienda encontrará alguna cosa maloliente en las finanzas del exministro, y ni siquiera sé si se pondrá a ello. Lo único que me consta es que lo único que no cabe encontrar es lo que jamás existió.

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