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Doña Pi en Panamá

Si a alguien le ha extrañado mucho encontrarse el nombre de Pilar de Borbón en el caso de los papeles de Panamá será porque no vivió en Palma en los primeros años 90. Por entonces, la ciudad no era un ducado. Faltaba un lustro para que la Infanta Cristina, la primera de la Familia Real en estudiar una carrera e irse luego a vivir con amigas a un piso modesto, conociese a Iñaki Urdangarín. La hermana mayor de Juan Carlos I se había hecho una casa en Portopí con su marido Luis Gómez-Acebo contraviniendo las normas del Plan General de Ordenación Urbana, motivo por el cual se le había denegado la licencia. Pese a ello, y "porque yo lo valgo", según testimonios directos de los munícipes y técnicos que hubieron de atender las exigencias del cuñado del por entonces Rey de España, la vivienda brotó tal y como deseaban los ilustres veraneantes. Con mayor volumen de lo que permitía la ley, y condenando la ventana y las vistas de su vecino, que les denunció.

A partir de ahí comenzó el largo recorrido de un expediente de disciplina urbanística, desde la primera mesa del consistorio hasta el Tribunal Supremo, pasando por el Tribunal Superior de Justicia de Baleares, instancias todas que dieron la razón al perjudicado por la tía de Felipe VI. Fue finalmente Joan Fageda quien muy a su pesar firmó la orden de demolición en 1992, bajo la advertencia de ser acusado él mismo de prevaricación si continuaba pasándose las sentencias judiciales por el arco del triunfo. Sufrió un mal trago el alcalde de PP, pero no le quedó otra. Y no recibió un gramo de comprensión ni de los Gómez-Acebo, ni de los Borbón. ¿Qué clase de ley es esa que impide a una hermana hacerse una casa junto a su hermano? ¿Y qué más da metro y medio que cinco? ¿Y acaso no nos persiguen solo por ser quienes somos?

Eso y cosas peores tuvimos que oír mientras la piqueta avanzaba hacia el inmueble donde tantas veces merendaron el jefe del Estado y sus hijos en los largos veranos del siglo pasado en Marivent. Prefirieron derribarla entera a cumplir con lo que delimitaba la ley.

Eran otros tiempos, el urbanismo ilegal de los particulares ya no está de moda, deglutido por la corrupción urbanística política a gran escala. Doña Pilar se mudó a Calvià, pasaron los años y estalló el escándalo Nóos, por el cual fue preguntada en uno de los rastrillos que la Infanta viene organizando a beneficio de los desamparados. "Nadie es culpable hasta que lo dicen los jueces. Así que ¡a callar!". El exabrupto dio para muchos programas de chanza, y eso que tenía mucha miga por la tendencia de la señora a ignorar sobremanera lo que dicen los jueces. Era ilustrativo de un talante que volvió a manifestarse hace dos días, cuando los periodistas le interrogaron por la sociedad opaca que presidió en Panamá durante 40 años, Delantera Financiera, que desactivó al abdicar su hermano del trono. "El escándalo lo están montando ustedes. Léase mi comunicado, si es que sabe leer", contestó airada. Una vez más, nos persiguen por ser quienes somos.

Ha vuelto Doña Pilar, Doña Pi para quienes seguimos la peripecia de su casa ilegal, justo cuando se activa otra campaña para pagar el impuesto sobre la renta y todos podemos con un par de clics de ordenador ser conscientes de lo mucho que aportamos a las arcas públicas. Directamente, que luego podemos ir, además, a comprar cuatro cositas a los mercadillos solidarios que montan las señoras de la alta sociedad. Impuesto de la renta de las personas físicas, tal vez eso excluye a los regios fantasmas del urbanismo ilegal de Palma.

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