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A caballa muerta, gaviota viva

La caballa se acabó para todo el mundo en este país del noroeste español cuyos pescadores esperaban que, cuando menos, el cupo asignado a Galicia permitiese "ir tirando" hasta el final de la primavera o, cuando menos, hasta que la sardina haga su aparición en ese teatro de sueños que son las aguas del caladero nacional Cantábrico Noroeste.

Agotado al cien por ciento el cupo, los barcos gallegos dejan de tener la xarda o caballa como objetivo en sus pesquerías; pero los colegas vascos (y probablemente los cántabros) han hecho un esfuerzo ¿desinteresado? y su Federación de Cofradías se ha puesto de acuerdo con su homónima de Galicia y ha pintado en el escenario de la miseria una limosna de 120 toneladas de xarda a repartir entre más de 1.200 barcos de esta Galicia irredenta que se pasa de rosca cada vez que aumenta su poder adquisitivo de escamas. Gracias, arrantxales; pero no se admiten limosnas: "Queremos lo que es nuestro, lo que nos corresponde por número de barcos y tripulantes, con mucha historia detrás aunque Madrid baraje los históricos para repartir como le viene en gana", dicen armadores y marineros gallegos integrados en la Asociación de Pescadores Gaia. Recuerdan que hace tres años hubo otra cesión de 120 toneladas por parte de las cofradías vascas "a cambio de que los gallegos firmasen la Ley de Pesca de 2013 para toda la vida" y no quisieran que se repita la experiencia.

La cesión de los vascos se agradece. Lo que no quieren los pescadores gallegos son medallas para la Xunta o la Federación Galega de Confrarías de Pescadores: cien kilos de xarda por embarcación no es como para echar cohetes aunque, repito, lo agradecen en el alma. Y se pregunta -es obvio- por qué gallegos y asturianos no tienen los mismos derechos que cántabros y vascos a la hora de pescar caballa. "Ellos tienen más cupo que nosotros con menos embarcaciones, y no estamos seguros de que el derecho les asista. Otra cosa es que la Secretaría General de Pesca así lo entienda".

Es Pesca la que toma las decisiones de abrir y cerrar la pesquería, mientras los marineros de este país de escamas acumuladas siguen pescando xarda para devolverla muerta a la mar. Ni siquiera pueden desembarcarla en tierra, so pena de ser sancionados, para entregarla en centros benéficos donde este tipo de ayuda se recibe con los brazos abiertos ya que hay personas que padecen hambre (algo que no llega, supuestamente, a los despachos).

Las cuentas de la pesquería, cabe pensar, están realizadas adecuadamente. En algo se habrán basado en la Secretaría General de Pesca para suspenderla. Pero a uno le queda la duda de si se conocía -previamente a su apertura- lo que iba a durar la mini campaña, y que los supuestos beneficiados de la misma se iban a gastar mucho más de lo que podrían ganar con unos días de pesca, simplemente para arranchar los barcos y salir a pescar.

Enmallada en la red, la caballa aparece abundante en todo el noroeste español. No debe de estar enterada la muy puñetera de que ya no se le puede pescar. O todo lo contrario: está ahí, lo demuestra y se ríe a mandíbula batiente de quien determina que no se le pesque y del marinero que comprueba cómo aparece en los aparejos y tiene que extraerla de los mismos para tirarla al mar. Como si no tuviese valor alguno.

Circulan vídeos por las distintas redes sociales en los que se puede ver la caballa que, por el trancanil, se devuelve al mar. Es xarda muerta, es comida para las gaviotas, es un hambre que no se mata, es un trabajo ímprobo llamado pesca realizado por un espécimen de la tierra gallega llamado marinero que se traga sus deudas y sus miedos al futuro.

¿En qué país estamos? ¿Ni siquiera para esto tenemos derechos históricos?

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