Hace más de treinta años escuché una conferencia de Johanna María Lange, directora de la Escuela Hospitalaria "Helen Keller Schule" del Hospital de Niños de la Universidad de Münster (Alemania). La que comenzó llamándose "Escuela Municipal para Enfermos" había sido rebautizada así en recuerdo a la norteamericana, ciega y sordomuda, que logró superar sus dificultades vitales y que, en palabras de Lange, "es símbolo de la esperanza y de la curación, del dominio de la enfermedad a base de energía anímica".

Hellen Keller (1880-1968) pudo convertirse en escritora y reformadora social gracias a la extraordinaria educadora estadounidense Anne Mansfield Sullivan (1866-1936), su maestra. La escuela citada tenía sus antecedentes en la iniciativa de los profesores Hermann Mayo y Ingeborg Jochmus, que en 1961 instituyeron la denominada "escuela de la cama" en el Hospital de Ortopedia de la Universidad (Hüfferstift). Esta actividad se trasladó en 1963 al recién creado Hospital de Niños de la Universidad de Münster. Las que al inicio eran solo unas cuantas lecciones, se transformaron en una magnífica escuela estructurada para todas las edades y con casi todos los tipos de docencia gracias al talento y conocimiento de Lange. En sus aulas se impartían conocimientos, lo que facilitaba el regreso a las clases de los escolares que habían estado ingresados. Pero no sólo eso. Con estas aulas se contribuía a dar normalidad a la vida del niño enfermo. Al mismo tiempo, los maestros, convertidos en persona de referencia de los pequeños, recogían y hacían llegar a médicos y enfermeras sus temores e inquietudes. Pocas semanas después llegó a mis manos una revista paramédica, en la que la propia Johanna María Lange afirmaba: "El niño enfermo necesita al médico porque está enfermo y al maestro porque es niño". La pedagoga se mostraba convencida de que la enfermedad formaba parte de la normalidad de la convivencia humana: "El enfermo también está sano. La promoción de la parte sana ayuda a superar la enfermedad". Pero eso sí, resaltaba la necesidad de encontrar la justa medida pedagógica en la situación de compromiso en que se encuentra el niño enfermo, mediante una estrecha interrelación entre médicos, pedagogos, psicólogos y la escuela de origen.

Andaba yo esos años, desde 1977, empeñado en conseguir una Escuela Hospitalaria para Ourense, dada mi responsabilidad como jefe del Departamento Pediátrico y mi propia convicción de su necesidad. No era nada nuevo. Ya existían experiencias previas, aunque limitadas, en España. En Galicia, solamente funcionaba la del Departamento de Pediatría del Hospital Universitario de Santiago de Compostela. Lo hacía desde 1976, con el nombre de Escuela "Camilo José Cela", su patrocinador. A ello se sumaba ahora el revulsivo de las palabras escuchadas a Johanna María Lange, por lo que redoblé el esfuerzo por conseguir una escuela hospitalaria para los niños ourensanos. Inicialmente todo fueron reticencias y, para negar tal concesión, incluso se utilizó el argumento de que se daban bazas a administraciones distintas, la autonómica (Consellería de Educación) y la central (INSALUD). ¡Parecía como si los niños fuesen lo de menos! Por fin, en el curso 1987-1988, la cordura se impuso y se creó la Escuela del Hospital Materno Infantil "Infanta Elena de Ourense". Faltaba casi todo. No existían aulas y para tal finalidad se recurrió a los comedores, que a la vez eran salas de TV y de visitas. No se disponía de biblioteca y conseguimos unos cuantos libros infantiles que se guardaban en una sala de otra planta. No había presupuestos específicos y los gastos se cargaban a otros conceptos, lo cual demoraba la dotación. Faltaba material informático entre un largo etcétera de exigüidades. Sin embargo, sí disponíamos de una profesora, cedida por Educación, Julia González Pérez, que suplió con enorme esfuerzo muchas de estas carencias. Tenemos el mejor recuerdo de su competencia, brío y afabilidad. Guardamos las cuidadas memorias que redactó durante los dos primeros cursos en los que fue la responsable, y que reflejan las penurias y los logros que alcanzó. En cursos sucesivos ocuparían el puesto de maestra hospitalaria distintas profesoras, todas capaces y cumplidoras, pero que no pudieron dar la continuidad necesaria para una escuela estructurada, y vencer el aislamiento y las limitaciones impuestas por la enfermedad, ni las reservas de algunos familiares y visitantes.

Así las cosas, en 1995 recibí la llamada telefónica del Delegado Provincial de Ourense de la Consellería de Educación y Ordenación Universitaria, don José Luis Muñoz Lechón. Me invitaba a formar parte del tribunal que juzgaría un Concurso Público de Méritos en el que se seleccionaría la persona que ocuparía la plaza de profesora de la Escuela Unitaria Hospitalaria de Ourense. Él estimaba que era importante considerar la opinión y juicio del responsable del Departamento donde iba a ejecutar su trabajo. Analizados con meticulosidad los méritos y el proyecto presentados, la designación recayó por unanimidad en la profesora Nieves Estévez Estévez (Camba, Laza 1964- Ourense 2014).

En la biografía de Nieves hay unos primeros años de de su vida que transcurrieron en Verín, en compañía de sus padres y sus dos hermanas. Luego, la obligada emigración de sus padres a Alemania, impuso que las tres hermanas se quedaran en Camba con su abuela materna. Ésta era una mujer muy trabajadora, bondadosa y paciente, que se entregó en cuerpo y alma al cuidado de sus nietas, quienes le correspondieron con un enorme cariño. La receptividad y generosidad de esta buena mujer hacían que su casa fuese la casa de la mayoría de los niños del pueblo, que la llamaban "tía Concepción". A su hogar acudían muchos de los chavales a beber, comer y jugar bajo su cariñoso trato, como si todos fuesen nietos suyos sin distinción. Entre todos, Nieves se mostraba como una "niña despierta o espabilada", es decir, una niña inteligente, con una capacidad de percepción y respuesta brillantes. Mas en lugar de mostrarse dominante, era respetuosa con todo y con todos, pero sobre todo con las personas mayores del pueblo a las que ayudaba en sus labores domésticas y agrícolas. Y una particularidad: a pesar de su corta edad, destacaba en todas las tareas, pero de forma especial, en la rápida comprensión de los escritos que les llegaban de la administración a los vecinos mayores. Tal capacidad era aprovechada por muchos de de ellos, que aunque sí sabían leer, les faltaba la comprensión lectora necesaria para a entender lo que el rebuscado lenguaje administrativo quería decir. Nieves, que ya mostraba su talante de servicio, se encargaba de aclararles su contenido.

Cuando Nieves terminó los estudios primarios en la escuela en Camba se trasladó a estudiar primero en Celanova y luego en Ourense. Con tal finalidad estuvo interna inicialmente en el colegio de las Franciscanas y después, mientras cursaba BUP (Bachillerato Unificado y Polivalente), en la Residencia de Estudiantes de Santo Domingo. Estudió Magisterio obteniendo calificaciones dignas del acceso directo. Superó con brillantez la oposición de maestra y como tal ejerció en varios colegios de la provincia de Pontevedra (Cerdedo) y en Ourense (Sandiás, Gomesende). Más tarde estudió Psicología en la Universidad de Santiago y, como psicóloga, impartió cursos de técnicas de estudio Pascal en diferentes ciudades de España (Alicante, Barcelona, Córdoba, A Coruña, Gijón, Granada, Orense, Orotava, Oviedo, Pamplona, Santa Cruz de Tenerife, Santiago de Compostela, Sevilla, Vigo). Después cursó la carrera de Psicopedagogía en la Universidad de Vigo, en la que ejercería de profesora, impartiendo clases de Didáctica, Dificultades de Aprendizaje y Pedagogía Hospitalaria. Asimismo, en su calidad de psicopedagoga trabajó en el Centro de Formación Continuada del Profesorado (CEFOCOP) como asesora de formación de gallego. Volcó sus conocimientos en meritorias útiles publicaciones de Pedagogía. En resumen, un currículo intenso y extenso que expresa capacidad, excelencia y esfuerzo continuado.

De todos modos y por encima de todo lo que hizo, me atrevería a decir, que lo que más le gustó y a lo que dedicó la mayor parte de sus energías fue a su actuación como Maestra y Directora del Aula de Pedagogía Hospitalaria del Complexo Hospitalario Universitario de Ourense. Muchos fueron los logros alcanzados en su etapa, posiblemente irrealizables si no se hubiese contado con su dirección, impulso, capacidad organizadora, habilidad para captación de recursos y fuerte personalidad, conciliadora y afable. Enumeraré algunos. Dos amplias aulas alegres, luminosas, bien adaptadas a la singularidad de los niños y bien dotadas de todo tipo de material. Una "Ciberaula" -como espacio lúdico y de comunicación para los niños y sus familias-. Una completa dotación bibliotecaria en la que no faltaban los magníficos cuentos escritos por la propia Nieves. Publicaciones periódicas de divulgación que daban voz a la escuela hospitalaria. Actividades lúdicas de todo tipo y con la participación de personas y organizaciones diversas. Y, sobre todo y según la duración de la estancia, programas de educación para la salud y sobre el entorno hospitalario, o de ayuda escolar y educativa, que minimizaban al máximo los efectos negativos de la hospitalización del niño y del adolescente. Para hacer todo eso bien y de forma actualizada no dudó en participar en estancias de investigación en Polonia y Bélgica y múltiples congresos y proyectos de investigación sobre la importancia de las escuelas de hospital y la mejor manera de conducirlas. En todos sus trabajos contó con una colaboradora competente y eficaz, con la que se complementaba, y que afortunadamente hoy continúa su labor: su entrañable amiga la profesora Monserrat Otero Andión.

Hace poco más de un año que un cáncer se llevó a Nieves al Cielo. A todos nos dejó su obra bien hecha y sus excelentes publicaciones. Todos los que la conocieron sabían de su agradable trato, el respeto y capacidad de darse a los demás y su poder de captación. Los que fuimos sus amigos disfrutamos de su cariño, su especial sensibilidad y su fidelidad. Además de amigo, el que les escribe fue y es el pediatra de sus hijos, lo que le permitió relacionarse de cerca con ella y su familia. Nieves conoció a su marido, Elías Domínguez Prieto, cuando contaba solamente con 12 años y él 14. Años después vendría el matrimonio y tendrían dos hijos, Xiana (1996) y Pablo (2001). Los cuatro constituyeron una familia ejemplar en la que nunca faltó el amor mutuo, la seguridad, la calma y el buen humor. Y como todo tiene continuidad, Xiana ha seguido la línea de su madre y ha publicado tres cuentos, que aún pudo tutorizar su madre y que ¡por cierto! ha de regalarle a su pediatra.

Los niños enfermos de Ourense, sus familias y todos nosotros estamos en deuda con Nieves Estévez. Yo no dudo en reconocerlo públicamente.