Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De vuelta y media

García Filgueira, alcalde en vísperas de la Guerra Civil

El líder comunista reemplazó a Fernández Tafall al frente del Ayuntamiento a principios de 1936; luego se lo tragó la tierra y vivió oculto hasta 1949 en que se entregó a la autoridad militar

El destino siempre caprichoso situó a Manuel García Filgueira al frente del Ayuntamiento de Pontevedra de forma circunstancial cuando estalló la Guerra Civil. Cantero de Mourente, líder obrero y socialista mudado a comunista, no fue alcalde electo, sino que ejerció el cargo en funciones desde cinco meses antes por ausencia continuada del alcalde titular, Bibiano Fernández Tafall.

Los vaivenes políticos que caracterizaron el período republicano enmarcaron la fulminante destitución en 1934 y la posterior restitución en 1936 de la primera corporación elegida tras la proclamación de la República en abril de 1931, con Fernández Tafall al frente.

Esa reposición corporativa tuvo lugar a las siete y media de la tarde del 20 de febrero de 1936. El alcalde gubernativo Tomás Abeigón Pazos acató sin resistencia la orden de entregar el Ayuntamiento, a rebufo del triunfo electoral del Frente Popular.

Inicialmente García Filgueira ni tan siquiera figuró entre los cinco tenientes de alcalde que en 1931 formaron el núcleo original del equipo de gobierno de Fernández Tafall: Arturo Rey, Francisco Tilve, Francisco Aparicio, Marcelino Candendo y Manuel Gama. Sin embargo, tras la vuelta de la corporación en 1936, resultó elegido primer teniente de alcalde por 14 votos a favor y 3 en blanco. Aquel ascenso causó una cierta sorpresa, a pesar de que el candidato natural, Rey Juncal, había fallecido un año antes.

Fernández Tafall no volvió a presidir más una reunión de su corporación municipal, si bien nunca dimitió, y dejó las manos libres a García Filgueira para ejercer como alcalde en funciones los meses siguientes. Don Bibiano pasó entonces más tiempo en Madrid que en Pontevedra, requerido por sus sucesivos cargos de diputado nacional, subsecretario de Trabajo con Azaña y de Gobernación con Casares Quiroga.

Cuando García Filgueira llegó por primera vez al Ayuntamiento como concejal de a pie en 1914, hizo dos cosas: oponerse a las corridas de toros y solicitar el traslado a Pontevedra de la Escuela de Montes que funcionaba en El Escorial. Nadie le prestó la menor atención.

Durante los veinte años siguientes ejerció como concejal de forma discontinua, con varias entradas y salidas. Cuando él estaba dentro, la corporación municipal se asemejaba a una olla en ebullición, con rifirrafes continuos, y cuando él no estaba el Ayuntamiento parecía una balsa de aceite.

Una vez investido como alcalde en funciones, no paró hasta que encarriló el derribo de la iglesia de la Virgen del Camino. Si bien es cierto que el templo arrastraba un estado deplorable y constituía un engorro para el desarrollo urbano, no resulta menos verdad que tomó aquel asunto con especial obstinación.

García Filgueira quiso recuperar de alguna manera el tiempo perdido a su pesar por aquella corporación. Enseguida atendió la reintegración solicitada por el personal depuesto en el Ayuntamiento por razones políticas y efectuó una revisión completa de los nombramientos realizados por las anteriores corporaciones gubernativas para colocar a cada uno en su sitio.

García Filgueira comprendió que las ordenanzas vigentes desde 1905 no satisfacían las necesidades de Pontevedra treinta años después, y propuso el nombramiento de una comisión para elaborar otras normas "que respondan a las exigencias de la vida moderna". Por la misma razón, elevó de 10 a 15 k/h la velocidad máxima para circular por la ciudad y colocó letreros indicativos en todas las entradas. Aquel incremento era una señal de progreso.

Por intermediación suya el Ayuntamiento arrendó su edificio de la plaza de Indalecio Armesto (hoy Casa de la Luz) a la Federación Cultural Deportiva Obrera. Además se volcó en el homenaje a Pilarcita Bértola por iniciativa de la Casa de Galicia en Barcelona, donde falleció repentinamente, y puso su nombre al Campo do Boi, donde estaba su casa natal.

En vista de su menguada economía, el Ayuntamiento solo pudo contribuir con 1.000 pesetas en la campaña abierta para sufragar el costo del plebiscito por la Autonomía de Galicia. Luego García Filgueira no viajó a Madrid con la comisión encargada de presentar el Estatuto como un gesto de austeridad para ahorrar ese gasto a la hacienda local.

En cuanto estalló la Guerra Civil, García Filgueira se mantuvo en su puesto de alcalde en funciones durante algunas horas, quizá hasta el instante mismo en que sonó una descarga atronadora disparada por una compañía salida del cuartel de San Fernando. Entonces se produjo una desbandada general del gentío que estaba en los alrededores del Ayuntamiento, y a García Filgueira se lo tragó la tierra.

Nadie supo nada sobre su paradero, hasta que reapareció sorpresivamente la mañana del 20 de julio de 1949, para entregarse a la autoridad militar. Esa es la otra historia de su vida como "topo", que todavía está por clarificar.

Compartir el artículo

stats