| El meollo de la cuestión está en aventurar cuándo va a acabar ese perverso castigo que la Biblioteca Pública ha impuesto a todos sus usuarios, especialmente a quienes peinan canas y arrastran años, de subir y bajar los setenta escalones para llegar a su tercer piso, que equivale a un quinto, donde radica la sala de lectura, trabajo e investigación. "Ascensor en mantenimiento". Así reza un cartel en su puerta, que también anuncia la entrada en funcionamiento "en breves momentos". Pero sucede que esos instantes se han convertido en días; los días en semanas, y las semanas en meses. Hace varios meses que la Biblioteca Pública carece de ascensor y eso constituye una grave anomalía en un tiempo en que se reclama accesibilidad para todo. Cualquier día le dará un infarto al usuario que llega arriba con la lengua fuera y se armará la marimorena.