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Psicólogo Clínico. Director de ACLAD Alborada

Adolescentes enredados

Recientemente hemos conocido algunos datos sobre el consumo de alcohol y otras drogas en adolescentes, procedentes de estudios gallegos y nacionales, que inducen al optimismo. Habituados a comentarios de tipo catastrófico, donde en esta materia todo va cada vez peor, donde nuestros adolescentes consumen más de todo, donde comienzan a hacerlo con menor edad, etc., esta noticia sobre la reducción del consumo y el retraso en la edad de inicio supone un rayo de esperanza. Sin embargo habrá quien se muestre escéptico por la imagen que observó de un adolescente o de un grupo de ellos bebiendo en la calle, o de madrugada, ya no decimos borrachos, y que a partir de ese momento se instala en la mente como representativa de la categoría "adolescente". Es la lucha entre lo nomotético y lo ideográfico, es decir, entre lo general y lo particular, donde muchos fenómenos sociales son interpretados de manera diferente según cada agente implicado. No obstante, si respetamos el método científico y sobre cómo se han elaborado estos estudios, debemos dar crédito a estas conclusiones, y simplemente preguntarnos a qué puede deberse esta mejoría.

Primeramente podría atribuirse, por fin, a la eficacia de las diversas actividades de prevención que desde hace décadas se llevan a cabo en una buena parte de los centros escolares de Galicia. Como el carbonato cálcico, que gota a gota llega a formar una estalactita, así pueden estar funcionando los mensajes preventivos, de manera que estemos en vías de modificar las actitudes de los adolescentes hacia las drogas, legales e ilegales. Se sabe que estos usan las drogas como un mecanismo iniciático, es decir, como una forma de transición hacia la vida adulta. A menudo lo prohibido, lo ilegal, o lo poco saludable, ha tenido buena prensa en el mundo literario, musical o cinematográfico. Y lo que tenemos que conseguir es justamente lo contrario, que el adolescente transite hacia la madurez mediante la superación de otro tipo de retos, que no sea salir airosos del consumo de drogas, sino de desafíos deportivos, culturales, viajeros, de voluntariado social, etc. Ya sabemos que es difícil conseguir este cambio de actitudes, pero debemos seguir intentándolo desde las familias, educadores, medios de comunicación y sociedad en general.

Pero deliberadamente ha faltado mencionar un aspecto fundamental en la vida de los adolescentes, que es la relación simbiótica que han establecido con su teléfono móvil y con las redes sociales en sentido amplio. ¿Puede influir este fenómeno sobre el consumo de drogas de los adolescentes? Esta hipótesis es algo que hay que demostrar pero, mientras, podemos avanzar algunas ideas sugerentes. Por ejemplo, en su escala de valores, qué puesto ocupa el estar "colocado" respecto al estar "conectado". Para esto último se requiere dedicación de tiempo, estar más en casa encadenado a una wifi potente, incluso el dinero que se podría dedicar a salir de marcha se puede destinar a la adquisición de los dispositivos más modernos. La conectividad permanente, es decir, el universo de internet, también comparte cosas en común con los mecanismos iniciáticos del consumo de drogas, por ejemplo, la transgresión de la norma y la socialización. Los adolescentes relatan que antes había menos cosas con qué divertirse, y que ahora con las redes sociales se puede llegar a un estado de excitación, que guarda paralelismo con el uso de sustancias: necesidad de repetición y repetición de la necesidad.

Otro aspecto a tener en cuenta es cómo utilizan los padres las redes sociales para controlar a sus hijos. Si sabemos que la educación se sustenta en el afecto, el ejemplo y los límites, las redes sociales, en especial el WhatsApp, han salido en auxilio de los padres preocupados o desesperados por no saber dónde están o qué hacen sus hijos. Ahora los padres refieren realizar un seguimiento cuasi permanente durante las salidas nocturnas de sus hijos, y comparten con ellos la angustia de la desconexión, cuando salta el contestador, se agota la batería, no se ilumina el doble click o al adolescente no le interesa estar localizado. Es la mutualidad del control. Como el perro de Pávlov, los padres se han condicionado a estímulos como el sonido que se emite cuando el hijo responde al mensaje, pasando de un estado de inquietud a un estado de alivio, sinónimo de que todo está controlado. En definitiva, habrá que investigar estas relaciones, en las que también hay riesgos ya que, como se ha comprobado, los que hacen un uso abusivo de internet presentan una mayor tasa de consumo de alcohol y otras drogas.

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