Pues la verdad es que, sin la menor intención de ofender al ministro de Hacienda, parece acertada -o al menos bien dirigida- la acusación que le hacen de ser fuerte con los débiles y más que blando con los poderosos. Y solo hay que repasar la lista de recientes accione de su Departamento para corroborarlo: mientras carga las tintas sobre los controlables en una lucha contra el fraude desigual y mal orientada, crece la relación de "incontrolados" -o mal vigilados- cuyas fechorías se perpetran durante años.
Y es que aunque aparenten lo mismo, hay matices sustanciales que diferencian una campaña contra el fraude fiscal y otra básicamente recaudatoria; aquella debería localizar las grandes bolsas y así ingresar cantidades notables en operaciones amplias: esta se conforma con objetivos más modestos. Por ejemplo, ir sumando poco a poco cifras relativamente bajas, pero muy abundantes para dar la impresión de eficacia y éxito.
Que hay mucho de eso lo demuestran, por ejemplo, muy recientes declaraciones de inspectores que admitían que casi un 80 por ciento de los recursos del Ministerio se destinan a "cazar" en renuncio o simple error a pequeños y medios contribuyentes -relativamente fáciles de localizar- mientras los defraudadores king size están en paraísos fiscales, a cubierto de contingencias a través de blindajes mercantiles. Los casos de Panamá, en curso, o de Mario Conde en dejá vû, distintos pero que suenan parecido, hablan de que a unos apenas los controlan para llevarse el dinero y a otro, delincuente convicto, para traerlo de vuelta -durante ¡23 años...!- una vez blanqueado. Y eso sin contar las amnistías, claro.
No es un problema profesional, sino de voluntad política, tanto más inaceptable cuanto que injusto y discriminatorio. Y no solo para los individuos, sino también para con las Comunidades, que son tratadas del mismo modo cumplan o no con las nornas establecidas para todos. Por eso, tiene tanto sentido la exigencia del conselleiro Valeriano Martínez a Montoro de que a Galicia se le "premie"; podría y quizá debería haber dicho "compense",porque premiar por hacer lo obligado es mucho pedir, pero sea de una forma u otra, hay que marcar la diferencia.
En todo caso, y se diga como se quiera, es un hecho evidente que Galicia, junto a Euskadi y Canarias, se sacrificó más que otros para no rebasar la cifra del déficit marcada -demostrando que era posible-, y no resulta razonable que a los incumplidores se les rellenen los huecos financieros con dinero de todos y a los cumplidores, no. Y si encima sale gratis el posarse por el forro las obligaciones, apaga y vámonos.
¿No...?