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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La edad

Así que, expuesta la tesis sin la menor intención de que se convierta en artículo de fe, seguramente no serán pocos los que crean en cierto modo extraño que mientras el PP de aquí parezca cada vez menos "deG" -en el sentido que muchos le dieron- su presidente actúe y hable cada vez más "como gallego". Siquiera en el modo coloquial que el tópico da a los de este origen, a los que se les atribuye retranca inteligente y profundo sentido común revestido con frecuencia de ironía.

Ejemplos no faltan, y últimamente abundan. Uno de ellos se resume en la respuesta doble y sarcástica que el presidente Feijóo dio al voraz ministro Montoro al hablar de quienes cumplen o incumplen sus obligaciones en materia de déficit -y las consecuencias respectivas-, y la réplica a los que en la oposición dudan de sus cifras. O a aquellos que desde los media dudaron de que se cumplieran los vaticinios: uno de estos fue quien suscribe, y en justicia corresponde reconocer el error, sin que sirva añadir que hubo bastantes que coincidieron en el pronóstico, porque mal de muchos consuelo de tontos.

Pero, desde una opinión muy personal, donde más fino hiló su señoría fue en su referencia a la edad como factor decisivo, o al menos muy influyente, a la hora de designar las candidaturas a la Presidencia de la Xunta. Tenía razón exacta, literal, don Alberto Núñez cuando afirmó que a las personas se las mide por su capacidad, sus servicios a la Tierra madre y no -o al menos no necesariamente- solo por el calendario, aunque influya. Y acertaba igualmente al criticar, sin citarlos, a quienes creen que la juventud basta por sí sola como seguro de aptitud e inteligencia, prédica de unos cuantos de los llamados "nuevos juglares" del arte de la política.

Pero es obvio a la vez que la referencia era para la hipótesis de que fuese el señor Beiras -de cuyos servicios a la democracia gallega no debiera dudar nadie de buena fe- uno de sus contrincantes directos, por si alguien hubiese olvidado que sobrepasa los ochenta. Y lo hizo de tal forma que todos lo entendieron y que, como es natural, el futuro está más limitado para él que para otros. Y esa alusión, respetuosa en su globalidad pero mordaz -o al menos eso piensa quien la firma- demuestra que el señor Feijóo tiene más de gallego de lo que unos cuantos le reconocen.

Y eso no es malo, sino todo lo contrario. Sería mejor aún, seguramente, que la galleguidad se notase con mayor énfasis en los mensajes generales y en la actuación política global de su Gobierno, pero ésa es también cuestión de opiniones: hubo quien habló más e hizo menos.

¿O no...?

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