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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Pactar con los carceleros

A la abogada Francisca Sauquillo, más conocida en el ámbito político como Paca Sauquillo, le ha encargado su antigua compañera de estudios y actual alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, la aplicación práctica de la Ley de la Memoria Histórica en el ámbito competencial de ese ayuntamiento. Una aplicación que, hasta ahora, distaba de ser pacífica porque se había filtrado insidiosamente a algunos medios una lista de personajes a eliminar del callejero de la capital del Estado, entre los que figuraban el escritor gallego Álvaro Cunqueiro, el torero Manolete y hasta el antiguo presidente del Real Madrid Santiago Bernabéu, por haber sido supuestos colaboradores de la dictadura franquista.

La confección de esa lista habría sido encargada, también supuestamente, a una llamada Cátedra de la Memoria Histórica dependiente de la Universidad Complutense a cambio de una sustanciosa remuneración, pero a la hora de la verdad ni la lista existía ni la remuneración era cierta y la polémica insidiosamente atizada desde esos medios se diluyó a la espera de una mejor oportunidad para rebrotar. Ahora, habrá que confiar en que una jurista de la trayectoria profesional y política de la señora Sauquillo sepa encontrar la tecla adecuada y la aplicación de la ley de la Memoria Histórica en el municipio madrileño se haga bajo estrictos criterios de ecuanimidad que es lo que reclama, por otra parte, la misma norma. Experiencia desde luego no le falta.

La señora Sauquillo, 72 años, hija de militar y educada en un colegio de monjas, comenzó su militancia política en grupos cristianos de base, luego se afilió a la ORT, de orientación maoísta, en la que permaneció varios años, y por último al PSOE donde fue diputada autonómica, senadora en cuatro legislaturas y por último eurodiputada. Su hermano Javier fue uno de los asesinados en el bufete laboralista de Atocha por pistoleros de extrema derecha y ella misma no pereció en la matanza al cambiar una cita profesional en el último momento. El pasado fin de semana concedió una entrevista a un importante periódico nacional en la que se muestra partidaria de colocar la tolerancia como eje principal de una convivencia que ha vuelto a verse afectada por la crispación. Al mismo tiempo, reconoce que se tardó demasiado en hacer la ley de la Memoria Histórica, que no va contra la ideología, y no tiene otro objetivo que rescatar vidas olvidadas. Pero el mensaje principal de sus declaraciones se condensa en que esta frase: "Mi generación nació en la posguerra, hizo la transición y llegamos a entendernos con gente que nos metió en la cárcel durante la dictadura".

Y ese es el asunto sobre el que debatirán los historiadores durante mucho tiempo. ¿Hizo bien la oposición al franquismo aceptando pactar (y otorgándoles de paso condición de demócratas) con quienes habían encarcelado, torturado y hasta fusilado a bastantes de ellos?. ¿No tenían fuerza moral ni material para hacer otra cosa?. El debate, bien lo recuerdo, fue intenso en aquellos años, pero a la postre se impusieron los partidarios del pacto, con González y Carrillo a la cabeza. Y una de las condiciones impuestas fue la desmemoria. De ahí la resistencia a recobrarla. Comprar silencio se llama la figura.

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