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Antonio Touriño

El mirador de Lobeira

Antonio Touriño

El pequeño viticultor se merece un premio

La excelencia de la uva albariña es incontestable pues permite la elaboración de uno de los mejores vinos del mundo. Así se constata cada vez que las bodegas de Rías Baixas acuden a un concurso y regresan cargados de trofeos. Acaba de ocurrir con los Bachios, cita obligada en Madrid de todas las Denominaciones de Origen del mundo, de donde han llegado con nada menos que 28 galardones.

Las bodegas pueden estar satisfechas pero ese reconocimiento también debe ser correspondido. El agricultor, que durante todo el año se preocupa de conseguir las mejores uvas en su viña, el que tiene que labrar, podar, sulfatar, vendimiar, debería repercutirle el premio.

Y la única forma para hacerlo es compensarle. Es decir pagar la uva al precio que se merece. No es lógico que seis meses después de la vendimia haya viticultores que todavía estén esperando el cheque por su cosecha del año pasado y tampoco que valoren esta materia prima en 70 u 80 céntimos el kilogramo, siempre que estén sanas y deslumbrantes.

Las cooperativas y las bodegas deberían ser más sensibles con quienes le aportan la materia prima. La uva es perecedera y el vino, gracias a los avances del proceso, aguanta en las barricas merced a un complejo y muy riguroso proceso de elaboración.

No se trata de pagar por pagar sino de ser justo con quien ofrece la mejora materia prima para que las bodegas tengan más sencillo ganar trofeos y presumir de calidad del vino. Ello es posible solo y exclusivamente por la calidad de la uva, sustento de cientos de agricultores.

Sería triste que después de tantos años de aplicar los más avanzados criterios enológicos para la elaboración de los mejores vinos empiece a caer la producción de la materia prima.

Ya son muchos los agricultores que quieren replantearse la actividad en las fincas de O Salnés. Existen producciones como la aceituna que están inspirando objetivos que pueden resultarles más rentables a medio plazo. Otros también apostaron por el kiwi o por otras frutas exóticas que tan bien se dan en estas tierras a las que como mínimo llega el aire salino del Atlántico. Sería una pena que por un quítameallaesaspajas se rompa una de las patas del sistema.

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