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De vuelta y media

La disputa de O Galiñeiro

El Estado, la Iglesia y el Ayuntamiento pugnaron muchos años por la explanada contigua al convento de San Francisco, hasta que pasó a manos de la congregación religiosa

Desde los primeros años del siglo veinte hasta los dramáticos albores de la Guerra Civil, O Galiñeiro resultó, sin duda, el solar más disputado de esta ciudad entre el Estado, la Iglesia y el Ayuntamiento. Los tres poderes se creyeron con derechos históricos incuestionables, más allá de las circunstancias políticas temporales.

O Galiñeiro era una explanación colindante con el muro sur de la iglesia de San Francisco, que iba de lado a lado; es decir, desde la rampa de subida al templo por el Parterre, hasta el camino de O Rouco, luego calle Cobián Roffiñac.

Tal y como se desprende de su denominación popular, la gran planicie acogía un concurrido mercado donde predominaba de venta de gallinas, verduras y mimbres. Más tarde se trasladó a la actual plaza de Méndez Núñez, que pasó a conocerse como la Plaza de las gallinas.

Quizá perteneció al convento de San Francisco en su origen, pero más tarde pasó al Estado como consecuencia de la desamortización de Méndizabal y la marcha de la congregación de Pontevedra.

No obstante, el Ayuntamiento reivindicó siempre la propiedad municipal de aquel solar público. Por ese motivo, una corporación presidida por Bernardo López Suárez-Cobián trasladó al Ministerio de Hacienda en 1898 su tajante oposición a la cesión de O Galiñeiro que Crisanto Soto había solicitado al Estado. El Ayuntamiento argumentó que históricamente se beneficiaba de sus aprovechamientos forestales y defendió su dominio en base a información testimonial solvente. Así empezó el lío.

Aquella cesión se frenó a tiempo. Pero luego Hacienda denegó al Ayuntamiento la venta de O Galiñeiro para construir viviendas en 1902, y se reservó para sí tal operación aunque finalmente la enajenación no llegó a materializarse. El ministerio encargó a un arquitecto aquel mismo año un proyecto de reedificación de todo el ex convento, que incluyó el desmonte del Rouco.

Cuando los franciscanos regresaron a Pontevedra en 1909 solo obtuvieron una parte muy pequeña del recinto conventual: la iglesia propiamente dicha y poco más. El resto estaba ya ocupado por la delegación de Hacienda y el cuartel de Infantería.

El arzobispado de Santiago entró en liza y echó una mano a la congregación franciscana para rescatar sus propiedades. De aquella enconada pugna salió la recuperación de O Galiñeiro para la iglesia por cesión del Estado.

Hipólito de Sa nació allí mismo y contó en su gran libro memorístico que durante su niñez desde O Galiñeiro hasta el Rouco por la calle del Progreso (luego Benito Corbal) solo había cuatro pequeñas casas: la casa de sus padres, la de Benito Mouriño, la del veterinario Jacinto Pimentel y la casa de los padres de Luís Amado Carballo, el célebre poeta.

Para recuperar su dominio, el Ayuntamiento emprendió un pleito que finalmente perdió y no tuvo más remedio que conformarse. Sin embargo, la llegada de la República, que lo cambió todo, o eso pretendió al menos, insufló nuevos aires reivindicativos sobre tan preciado solar en la corporación municipal nacida en 1931.

El concejal socialista José Baladrón presentó en julio de aquel año una moción con el propósito de volver a reclamar la propiedad municipal de O Galiñeiro ante el ministerio de Hacienda para una posterior venta condicionada a la construcción de nuevas edificaciones. En defensa de su tesis argumentó que disponía de importantes datos sobre la ascendencia del Ayuntamiento.

Por su parte, el concejal republicano Aurelio Marzoa apoyó la solicitud de Baladrón, tras recordar que él mismo ya había presentado otra moción con idéntico fin.

El concejal monárquico Víctor Lis reconoció, por otro lado, las buenas intenciones de ambos concejales para lograr nuevos ingresos en las arcas municipales, pero advirtió que otro pleito estaba condenado al fracaso de antemano y pidió dejar las cosas como estaban.

Finalmente, el alcalde Bibiano Fernández apoyó la moción y propuso la formación de una ponencia por parte de Baladrón y Marzoa con la encomienda de reunir los documentos necesarios para reclamar la propiedad.

La destitución de aquella corporación en 1934 dejó sin recorrido tal iniciativa. Pero su reposición a principios de 1936 abrió de nuevo una vía reivindicativa del Ayuntamiento sobre O Galiñeiro.

Aurelio Marzoa volvió a la carga en el mes de mayo con otra moción en idéntico sentido, aunque con una curiosa variante: el concejal propuso el ofrecimiento al Estado de un solar en los jardines de la Alameda para la construcción de algún edificio público, a cambio de recibir otro solar que muy bien podía ser o Galiñeiro. Esa fue su sugerencia.

Dos meses después estalló la Guerra Civil y enterró definitivamente aquella reivindicación municipal.

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