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Directora de la Unidad de Atención Educativa en Altas Capacidades de la Facultad de Psicología-Ciencias de la Educación en Santiago

El deber de los deberes

El tema de los deberes sigue siendo centro de conversaciones más o menos expertas, de controversias en pasillos y cafeterías, de corrillos a la salida de los centros escolares y, cómo no, de debates en medios y redes sociales. El principal obstáculo que encontramos a la hora de solucionar conflictos relacionados con el mundo educativo, descansa en una sociedad que enjuicia sin conocimiento, convierte opiniones en principios irrefutables y argumenta sobre informaciones poco fiables y veraces.

Es posible que la discusión bipolar "deberes sí, deberes no" esté simplificando una cuestión que va más allá de una respuesta única y simple. Deberíamos definir, a priori, qué consideramos deberes y cuál es el objetivo de los mismos. Partimos de una concepción de aprendizaje que, más allá de ser solo una obligación, sea una auténtica devoción, sobre todo, en los años de la infancia; convenimos el aprendizaje como la acción de buscar respuestas a inquietudes intelectuales, emocionales, sociales, culturales. Aprender ha de ser una búsqueda incesante de pistas, de pruebas, de descubrimientos, los aprendices han de ser, pues, detectives en plena investigación y los enseñantes han de orientar, pautar, dirigir y guiar el proceso.

Si concebimos los deberes como tareas que facilitan la consolidación de aprendizajes y refuerzan la autonomía en el alumnado, estaríamos aludiendo a connotaciones muy positivas. Cambia, entonces, la orientación de la solución al problema, no estaríamos hablando del hecho en sí mismo, sino de la desmesura en su utilización que pasaría del uso al abuso.

Es responsabilidad del docente analizar la situación del alumnado en cuanto a edad, capacidades, nivel educativo y contexto para actuar en consecuencia y de modo racional a la hora de proponer tareas para casa. La calidad de los deberes descansaría en que sean de naturaleza motivadora e incentiven el proceso de aprendizaje, nunca lo bloqueen y la cantidad de los mismos debería ajustarse a las variables señaladas, son más productivas la persistencia y la constancia que el número de horas dedicadas a los mismos. No olvidemos que el exceso puede conllevar ansiedad o saciedad y conducir a un resultado contraproducente al deseado. Se trata, en fin, de que al alumnado los deberes les resulten útiles y enriquecedores, nunca lo contrario.

El momento evolutivo, de modo genérico, definirá el tipo de tareas y el volumen de las mismas. Parece bastante natural que los niños y niñas más pequeños aprendan por descubrimiento y a través del juego, mientras se socializan a la vez que utilizan nuevo vocabulario y descubran, progresivamente, la realidad que les rodea. La lectoescritura marca un punto de inflexión y hace recomendable unos minutos, pocos, de refuerzo en el hogar que pueden consistir en leer o escribir textos cercanos, lúdicos y familiares, véase cuentos infantiles. A partir de 3º de Primaria se incrementarían las tareas de consolidación a 30 minutos que pueden llegar al doble en 6º, hasta llegar a Secundaria, etapa en la que debemos tener en cuenta que el alumnado tiene que repasar los temas que se exponen en el aula y, muy importante, una buena coordinación entre el profesorado para organizar con racionalidad la cantidad de tareas. Este criterio evolutivo debe complementarse con él que marca la diversidad en el aula, factor que diferenciará, también, la profundidad y naturaleza de las actividades encomendadas, sin olvidar déficits y altas capacidades.

Otro aspecto crucial a tener en cuenta es el que trasciende las paredes del centro escolar y se focaliza en la familia como agente educativo facilitador o perturbador del aprendizaje. Nos encontramos con paradojas parentales en aquellos padres que se quejan de los deberes mientras someten a sus hijos e hijas a unas agendas de actividades extraescolares que, a menudo, siguen un esquema académico tradicional, digno de cualquier puesto de dirección de una empresa. No ayudan mucho aquellos progenitores que deciden crear un macro grupo de "guasap" para hacer suyos los deberes de sus hijos e hijas, competir entre ellos y, en consecuencia, reforzar los olvidos, descuidos o despistes de los verdaderos protagonistas.

En resumen, apostamos por tareas atractivas que afiancen los aprendizajes, dosificadas y bien programadas, a la medida de la etapa de desarrollo del alumnado, y, algo importante, que no marquen diferencias sociales, familiares o económicas.

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