La Santa Cuaresma son los cuarenta días que la Iglesia nos invita a la reflexión, a la oración y al ayuno.

Los cuarenta es un número que se repite con frecuencia en el antiguo testamento. Cuarenta años fueron los años que el pueblo judío estuvo errante antes de entrar en la tierra prometida.

Cuarenta días fue el tiempo que Elías tardó en llegar al monte sagrado y oír la voz de Dios.

La cuaresma siempre fue tiempo de penitencia y de ahí nació los carnavales en que los cristianos vivían unos días de desenfreno antes de llegar al período de penitencia.

El cristiano activo o pasivo con su sentido de trascendencia sabe que el tiempo de vida terrena es como una gota de agua en la inmensidad del océano y tiene que hacer de su vida como hace el grano de trigo que para fructificar tiene que morir. Por eso tiene que luchar contra la pereza, el aburguesamiento, el egoísmo que todos llevamos dentro.

Lo curioso es que cuando nos dejamos ir por nuestras pasiones y egoísmos nos encontramos con un vacío interno e indigno.

La Iglesia nos invita a vivir estos días de cuaresma un espíritu penitente y nos marca unos mínimos muy fáciles de cumplir. Ayuno dos días en toda la cuaresma: el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. El Miércoles de Ceniza es bueno que te marquen con ceniza la frente en que te recuerda algo muy importante "polvo eres y en polvo te convertirás".

El viernes santo conmemoramos el día en que el hijo de Dios padre, Jesucristo, se entregó para la salvación de todos los hombres.

La abstinencia son todos los viernes de cuaresma en la que los católicos no tomamos carne.

La cuaresma nos debe de servir para adentrarnos en la familia porque es la única institución en que te valoran no por lo que tienes, sino por lo que eres.

La cuaresma debe ser un tiempo en que profundices en la grandeza del mensaje de Cristo.

El perdón: Pedro le preguntó al Señor cuántas veces tiene que perdonar a un hermano: siete veces siete. Y el Señor le responde: setenta veces siete, siempre.

La misericordia: La parábola del hijo pródigo. El hijo que pide su herencia, la malgasta y vuelve. El padre siempre a la espera y al verlo a lo lejos corre y lo come a besos y celebra un gran banquete.

La coherencia: Cuando vayas a ofrecer una ofrenda al altar, deja la ofrenda en el altar y ve a hacer las paces con tu hermano y vuelve. El Señor nos recuerda que el primer mandamiento es amarás a tu Dios con todos tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo. Un gran secreto del amor es ver en la cara del hermano el rostro de Dios.

La cuaresma nos prepara para el Domingo de Resurrección donde Cristo venció la muerte. En este año jubilar del Año de la Misericordia, debemos de aprovechar para reconciliarnos con Dios, con los demás y con nosotros mismos.

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