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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

España, mal; los españoles, bien

España es un país anegado por la corrupción y el paro, en situación financiera catastrófica y castigado por unos políticos que en lugar de aportar soluciones, constituyen más bien un problema. Los españoles, en cambio, son gente alegre y en gran mayoría satisfecha con su situación personal que se pasan el día parloteando por WhatsApp o contando lo que han comido en Facebook.

Este paradójico y solo en apariencia contradictorio retrato lo ofrecen los encuestados a quienes interrogó en su último barómetro el Centro de Investigaciones Sociológicas. El mentado CIS depende del Gobierno, lo que acaso añada nuevas perplejidades al asunto.

Los datos no dejan lugar a la duda. Un 64 por ciento de los interpelados considera que la situación económica del país es mala o muy mala; un 47,5 por ciento se declara abrumado por la corrupción y -lógicamente- sube hasta un 78 el porcentaje de quienes ven como su primera preocupación el paro.

La opinión sobre los políticos en general no es mucho mejor. Un 22,2 por ciento dice que son un problema para el país y no exactamente pequeño. De hecho, los hombres -y mujeres- que aspiran a gobernar sus asuntos constituyen el tercer motivo de inquietud para los gobernados, solo por debajo del paro y los cohechos.

Tan sombrío panorama no impide, ni mucho menos, que una ancha mayoría de españoles se confiesen satisfechos de cómo les va vida. En una escala de 0 a 10, suman hasta el ochenta por ciento los encuestados que se sitúan en la parte del 6 al 10 que define a los contentos con su situación. Solo un anecdótico 0,4 por ciento marcó la casilla de "completamente insatisfecho".

Se conoce, en fin, que el país va muy mal, aunque los paisanos, por el contrario, se las arreglen bastante bien.

La probable explicación a esta paradoja es que el ser humano tiende a ver lo malo en el exterior y lo bueno en sí mismo. Si algo no funciona, se le echa la culpa al Gobierno, a la sociedad o al vecino; pero en modo alguno se acepta la cuota de responsabilidad personal que pudiera corresponderle a uno. El infierno son los otros, dejó dicho Jean Paul Sartre. Los italianos, nuestros hermanos mayores en la latinidad, han sofisticado esta tendencia hasta el punto de culpar a los gobernantes del mal tiempo. "Llueve, ¡Gobierno ladrón!", exclaman para desahogarse cada vez que viene una borrasca imprevista.

Contradicciones aparte, la encuesta del CIS revela el alto grado de sensatez de los españoles en más de un aspecto. Solo a un 1,4 por ciento de los interrogados les preocupa que España esté sin gobierno en firme, aunque a los encuestadores les faltaron reflejos en este caso. Deberían haber repreguntado a sus conejillos de Indias si prefieren vivir indefinidamente sin gobierno: y quizá la respuesta hubiera sido de lo más estimulante en este que fue país de famosos anarquistas.

Igualmente revelador es ese 0,1 por ciento de ciudadanos a los que preocupa la reforma laboral, cuestión sin embargo trascendente para los políticos que aspiran a derogarla o mantenerla como si les fuese la vida -es decir: el gobierno- en ello.

Lo único más o menos claro que se deduce de este barómetro con el que el CIS le ha tomado la presión a España es que el país va de cráneo y los españoles, de cine. Doctores tiene la sociología que sin duda sabrán explicarlo.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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