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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El maltrato

De modo que, mientras el país entero espera, mirando al Congreso de los diputados con escepticismo creciente para ver qué sale hoy del parto de los montes electorales, una de sus partes -la gallega, olvidada en los discursos salvo una mínima referencia poética a la magia- se pregunta qué va a suceder no ya con su futuro, sino con su presente. Porque si se mira el pasado en sectores estratégicos, es obvio que mucho lugar para la esperanza no hay.

La relación de ejemplos válidos para argumentar la tesis completaría un extenso catálogo, que conste. Porque desde la industria naval a la conservera pasando por la eólica, hasta los sectores pesquero y agrario -con énfasis especial para el lácteo- casi todas son incógnitas, y las pocas certezas que ya existen se refieren más a incumplimientos que a satisfacciones. Y eso sin incluir, que se podría, los fracasos de cualquier intento para resolver entre todos lo que a todos afecta.

Y no se trata, de momento, tanto de exigir responsabilidades como de animar a que se busquen soluciones. Que obligadamente han de ser posibles, condición que obliga primero a conocer el mercado y sus demandas y, segundo -pero no menos importante-, a tener en cuenta la política de la UE. Dos requisitos que excluyen una parte significativa de la "culpa" que como es costumbre, se hace caer en el Gobierno.

(Para ser del todo exactos, habría que hablar de "los gobiernos", porque ahora hay tres con competencias: europeo, español y gallego. Pero como siempre que surge un conflicto aquí se le endosa en primera instancia a la Xunta, conviene decir que buena parte de las veces, y por aquella cuestión de atribuciones múltiples, eso es inexacto y por tanto injusto. Aunque en ocasiones resulte electoralmente rentable.)

Lo dicho no sirve de excusa para nadie, porque cuando hay lío lácteo -verbigratia cuando a los ganaderos gallegos les pagan menos- lo único que varía es el emisor y el receptor de la protesta. Si el gobierno es conservador, los críticos son la oposición y casi todos los sindicatos, y si es de izquierdas, el PP y a veces una central agraria afín, pero muy prudente en las formas, porque ya se sabe que la derecha trata peor a sus amigos que a sus enemigos, incluso a los declarados.

Se cita a los sindicatos porque -además de a la voracidad y prepotencia de las industrias- parte del problema tiene su origen en una reconversión mal planteada y peor ejecutada -defectos imputables también a otros-, y en quienes gustan de defender el pan -o la leche- para hoy a costa del hambre para mañana. Y eso es a su vez una de las causas por las que bajan la afiliación a las centrales y su influencia real a la hora de resolver problemas, aunque aún no a la de crearlos.

¿Eh...?

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