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Periodismo basura

Vargas Llosa carga contra la prensa amarilla

El término periodismo amarillo fue acuñado en la última década del siglo XIX a raíz de la furiosa competencia entre dos magnates de la prensa, Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst. Desde entonces no ha dejado de reencarnarse en publicaciones tabloide que tratan de atraer la atención de los lectores y aumentar su circulación con caracteres espeluznantes y noticias sensacionalistas. Lo menos importante es la veracidad de lo que se imprime en ellas. Un asco solo comparable a cierto tipo de bazofia en internet.

Mario Vargas Llosa ha aprovechado el eco y el trasunto de su última novela, "Cinco esquinas", para cargar contra el encanallamiento y el amarillismo en algunos medios de comunicación. No es la primera vez que lo hace. Sabe, además, de lo que habla. Fue víctima de esa lacra en el Perú de Fujimori, cuando Vladimiro Montesinos utilizaba la prensa amarilla para calumniar, humillar, chantajear y destrozar a los adversarios políticos, y vuelve a serlo en la actualidad, de un modo digamos rosa, al ser perseguido por las revistas del corazón debido a su relación sentimental con Isabel Preysler.

Los diarios de información general de este país se han mantenido durante tiempo a salvo de la penetración amarillista. El fracaso, en 1991, de "Claro", una publicación de Axel Springer y Prensa Española planteó una excepcionalidad al ser España el único país en el que los periódicos de mayor difusión entraban en la consideración de serios. La explicación era que ese mercado ya estaba copado por los diarios deportivos, una versión más del amarillismo, y los semanarios del corazón. Eso servía para colmar la indigencia intelectual, una creciente demanda que ahora también cuenta con las redes sociales. Un menú completo.

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