Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Gallegos al mar

Largo tiempo reñidos con el mar, los gallegos hemos bajado por fin de los castros del interior para establecernos en la costa. El dato, ya sospechado, ha venido a confirmarlo el proyecto europeo "Urban Audit" que mide la calidad de vida en los municipios, de los que toma una muestra de más de cien en la parte que toca a España.

Ese éxodo hacia el litoral en busca de vistas despejadas lo reflejan los datos correspondientes a las dos grandes áreas metropolitanas de este reino. Vigo y su zona de influencia sumarían un total de 543.034 habitantes, según la detallada cuenta que ha hecho el Instituto Nacional de Estadística. La conurbación de A Coruña reúne a otros 408.130 vecinos.

Agregadas las dos cantidades se obtiene una cifra próxima al millón de habitantes, que viene a equivaler a algo más de un tercio de la población global de Galicia. Y aún faltan por agregar otras zonas costeras que, de haber sido incluidas en el estudio, elevarían probablemente a más de la mitad del total el número de gallegos que buscan el olor a salitre.

Nada más natural, si se tiene en cuenta que este es un reino con vistas a dos mares y más de setecientas playas que, a pesar de lo fría que está el agua, no dejan de tener su encanto. De hecho, lideran desde hace años la clasificación de banderas azules de toda la Península.

Dispersos hasta no hace mucho en más de treinta mil núcleos de población, los gallegos hemos ido basculando hacia la costa durante las tres o cuatro últimas décadas. En esto se conoce que somos gente casi tan rara como los ingleses. Primero emigramos por cientos de miles a América y, a la vuelta, hemos decidido seguir moviéndonos dentro de la propia Galicia. El caso es no estar quietos, a pesar de la fama de gente tranquila y amante de ver crecer la hierba que se nos atribuye.

Por lo demás, las comparativas de "Urban Audit" revelan que los gallegos están en la zona templada del bienestar, como corresponde a la moderación de su carácter. Ninguna ciudad del reino figura entre las más opulentas de España, lideradas por Pozuelo de Alarcón; pero tampoco consta localidad gallega alguna entre las más pobres del ranking. No batimos por aquí récords de empleo, aunque tampoco destacamos por tener cifras altas de paro. Por un lado ya ven y por otro qué quieren que les diga, para decirlo en frase famosa del país.

Sobresalimos, si acaso, en materia de longevidad, que el Instituto Gallego de Estadística cifra en más de 82 años tras el aumento de la esperanza de vida en otros tres que se produjo durante la última década. Pueden dar fe de ello los aficionados a la lectura de esquelas. Los octogenarios dominan esa luctuosa sección del periódico, seguidos a cierta distancia por los que mueren cumplidos ya los noventa.

El resultado es un censo en el que los mayores de 65 años exceden en gran número a los menores de veinte, invirtiendo así la tradicional pirámide de población. Aquí la cima empieza a ser más ancha que la peana.

Si los datos oficiales no engañan -y no hay razón para hacerlo-, los gallegos somos cada vez menos, más viejos y propensos a buscarnos una residencia con vistas al mar. Tanto que, de mantenerse la actual tendencia, la expresión "Galicia atlántica" será una simple redundancia porque casi no habrá otra, salvo la cantábrica. Finalmente va a ser verdad aquello de "Para mariñeiros, nós".

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

Compartir el artículo

stats