Así pues, a la vista de lo ocurrido en la Asamblea Nacional del BNG -y que nadie, salvo aquellos a los que poco importe la política, podría calificar de sorpresa- la duda principal es la de si su nueva dirección habrá acertado con el diagnóstico primario de los males que aquejan a la Fronte. Y que parece -resumido en palabras de la recién elegida portavoz- "un mal resultado electoral": obvio pero insuficiente.

(En este punto cabe introducir un matiz para explicar por qué -en lo que es solo una opinión personal, por supuesto- se dice que no hubo lugar para la sorpresa. Y es que hace mucho tiempo que la fuerza dominante en el Bloque -la UPG- lo controlaba casi todo y ahora el "casi" no hace falta ya ni incluirlo. Si acaso llama la atención el porcentaje de críticos supervivientes tras los cismas ocurridos en estos últimos años.

Hay algunos observadores, seguramente con razón, que ven esta vez una diferencia sobre las discrepancias anteriores: ahora, dicen, más que en problemas de estrategia ideológica o funcional, lo que separa a la mayoría de la minoría es una cuestión táctica sobre todo en lo que se refiere a los pactos pre o postelectorales, básicamente con las Mareas, porque lo de Podemos ya se verá cómo se articula, si es que lo hace cuando pacte con el PSOE.)

Retomando el asunto del diagnóstico, y dicho con respeto para doña Ana, reducir los problemas básicos del Bloque a "un mal resultado electoral" suena demasiado simple. Aparte de inexacto: se midan como se midan, las cifras de las urnas no han dejado de bajar en las últimas citas, en alguna con estruendo.Algo no solo coyuntural,y si se quiere remedio más vale acertar con el fármaco.

La señora Pontón, sin embargo, acierta cuando dice que el nacionalismo gallego es necesario y también cuando lo sitúa básicamente en el Bloque. Pero acaso debiera aceptar por fin algo que se niega sistemáticamente en su organización pese a la evidencia: que en Galicia hay muchos más galleguistas que nacionalistas, que no son el mismo concepto y que el camino no es alejar a los primeros sino integrarlos o al menos acercarlos.

Y -siempre desde la opinión personal, aunque en este punto coincida con referentes del Bloque hoy apartados, como Beiras o Quintana- para eso, por ejemplo, habrán de hacer lo que ya se ha dicho dentro y fuera: cambiar hasta de lenguaje. No tanto para "refundar", que significa otra cosa y que resulta tarea históricamente fracasada en la mayoría de las ocasiones en que se intentó, pero sí "aggiornar", que dijeron varios italianos modernos adaptando, aunque estaban en sus antípodas, sin ir más lejos, a Gramsci.

¿No?