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Catedrático de Universidad y director de la Escuela de Ingeniería de Telecomunicación de la Universidad de Vigo

Un cambio en la sociedad a nivel global

En estos días recibimos un auténtico bombardeo de noticias tecnológicas, relacionadas con esas tecnologías que llamamos de la Información y las Comunicaciones. Con el pretexto del Mobile World Congress de Barcelona, nuevos productos y aplicaciones parecen emerger y prometernos un futuro como poco diferente? y tal vez mejor.

Para reflexionar sobre ese futuro, empecemos por viajar en el tiempo a nuestro pasado reciente. Impulsada por el Mundial'82, se implanta en España la primera generación de telefonía móvil, alcanzando la cifra de 1000 abonados en 1986. Entonces el teléfono sale del coche al convertirse en un maletín. Treinta años después, el número de líneas móviles supera ampliamente al de habitantes: ¡tenemos más teléfonos que españoles!

Si a la telefonía móvil sumamos el otro gran pilar de la popularización de las TIC, como es Internet (comercialmente en España desde 1992), nos encontramos ante la transformación más rápida en las costumbres sociales y comerciales desde que tenemos memoria de la Historia. Móviles e Internet han cambiado la forma de vivir de las personas; en realidad han transformado toda la sociedad en un plazo de 25 años. Donde antes necesitábamos el contacto personal directo, ahora requerimos conexiones. Teniendo conectividad, ya da igual el lugar físico donde nos encontremos para muchos trabajos y para muchas formas de ocio. Se podría decir que hemos pasado de habitar un mundo físico a, además, hacerlo en un mundo digital y, a veces, virtual.

Es cierto que la vorágine de este cambio se ha llevado por delante muchas cosas. Y también que aparecen detractores de las TIC por su (dejémoslo en presunta) marginación por razones económicas, o por su contribución a aumentar las diferencias entre el Primer y el Tercer Mundo, entendiendo que la brecha digital se suma a las barreras físicas ya existentes. Sin embargo, el análisis debe ir más allá de lo superficial. No parece justo atribuir a un cambio tecnológico y social, acotado en los últimos 25 años, la responsabilidad de las diferencias sociales, económicas y culturales entre dos mundos que se han venido creando, manteniendo y hasta fomentando a lo largo de los siglos. Es más, podemos examinar el impacto de las dos tecnologías que nos ocupan en la reducción de la brecha entre Norte y Sur.

La telefonía móvil, incluyendo el servicio prestado a través de satélite, ha logrado en muy pocos años lo que la fija no logró en más de un siglo: técnicamente es posible hacer una conexión telefónica desde cualquier lugar del mundo. Esto era imposible hace veinte años porque el cable no llegaba a lugares remotos: era caro y complejo. Y si esto ya ocurría en regiones enteras de los países desarrollados, qué no pasaría en un país en vías de desarrollo y con amplias zonas desérticas, montañosas o con vegetación densa. Disponer de un medio de comunicación, aunque sea un terminal satelital para toda una comunidad, abre las puertas al acceso a la atención médica, la administración de justicia, la seguridad, en general a todos esos servicios que en el Primer Mundo damos por supuesto. Y esta situación irá creciendo con el progresivo abaratamiento de las conexiones por satélite.

Por otro lado, el acceso a Internet supone acercar toda la población mundial a grandes posibilidades de información y de ocio, pero también de formación. En Internet se encuentran cursos y conferencias de grandes expertos a nivel mundial, que probablemente nunca serían accesibles presencialmente para la gran mayoría de la población? ¡y en un clic! Posibilidades así, bien aprovechadas, permitirán el desarrollo cultural necesario para el progreso de las personas.

Es verdad que hay limitaciones económicas, muy grandes, que hacen que las tecnologías no lleguen en pie de igualdad a todo el planeta. Sin embargo, también es verdad que hay posibilidades, probablemente mayores, de mantener conexiones desde cualquier lugar del mundo, de conectar mundos que, históricamente, siempre han estado desconectados.

Tomar conciencia de estas situaciones es necesario en cualquier ámbito, y específicamente en la Ingeniería de Telecomunicación, puesto que los avances que proponemos tienen una incidencia directa en la sociedad que los acoge. Que los profesionales salgan de nuestros centros universitarios, y concretamente de la Escuela de Ingeniería de Telecomunicación, orientados a solucionar problemas reales de la población a la que se dirigen es un reto que hará mejorar la conectividad y la calidad de vida de los ciudadanos.

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