Pontevedra tiene, en sus 4.500 kilómetros cuadrados, la mayor concentración de compañías seafood (pesqueras) de Europa. Las principales empresas (Pescanova, Mascato, Profand, Iberconsa, Pereira, Pescapuerta, Comercial Pernas y Fandicosta) facturan más de 2.000 millones de euros al año. El gigante de Chapela, con ingresos de 1.000 millones (2005), no era capaz de reportar beneficios después de impuestos de más de 18. Aunque el peso su deuda se comía parte de los márgenes, la venta de merluza congelada en filetes y en una bolsa no era -ni es- un proceso con valor añadido, por más que llevase su marca estampada en el envase. Y este problema está enquistado en gran parte de la industria de Vigo, que corre el riesgo de convertirse en una especie de trader (intermediario) entre el caladero y el supermercado.
Las exportaciones pesqueras batieron el récord de 2012, de 1.618,45 millones (+14,5%), pero el comercio exterior de productos elaborados cayó por encima del 12%. Hay demanda para filetes de merluza -Iberconsa es líder mundial en este producto- o de gambón argentino, pero también de productos que aporten algo más que una capa de hielo. FARO publicó esta semana un informe de Market Research que prevé un alza de la demanda del 3% anual hasta 2020, lo que obligará a las empresas locales a duplicar producción. Ya que las cuotas son finitas sí que tendrán que elevar las importaciones, pero solo podrán corregir el déficit comercial si colocan frente al consumidor un producto que se adapte al cliente del siglo XXI.
Es la razón por la que Iberconsa prepara la adquisición de la división de elaborados de Isidro de la Cal o del fichaje de Ignacio González como CEO de Pescanova, pero son muchos competidores en la carrera. La industria pesquera es experta en la diversificación de su negocio y mercados, ahora debe aprovechar este bagaje para multiplicar su oferta para no ser solo un punto intermedio donde se empaca el pescado.
