Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Una corrida de toros en Celanova el año 1978

Celanova "es mucho" en múltiples facetas y de ello hay constancia en la extensa obra escrita que se refiere a esta hermosa villa. Pero a los que el tiempo no les sobre y no son expertos, como el que les escribe, pueden informarse en breve lapso a través de la apretada, pero completa y actual guía Celanova (León: Edilesa; 2007), escrita por Antonio Piñeiro Feijoo y Miguel Ángel González García, crónica que bien pueden completar con la Guía literaria de Celanova (Ourense: Ed. Fundación Curros Énriquez; 2007), de la que son autores XL Méndez Ferrín, José María Paz Gago, Xosé Benito Reza, Antonio Piñeiro y XM del Caño. Después de estas lecturas ya solo les resta visitar la villa, que es zona de media montaña, con clima benévolo, con una muy interesante historia y un impresionante patrimonio monumental. A lo que se suma -según afirmación de Celso Emilio Ferreiro- que "La gente de Celanova es inteligente y civilizada, como demostró muchas veces". Aseveración bien cierta pues en la nómina figuran ilustres militares, médicos, jurisconsultos, escritores, políticos, religiosos y hasta un santo y caudillo de Galicia, San Rosendo, que renunció a su poderío para buscar la paz monacal en Celanova. Hoy guarda sus cenizas el grandioso monasterio de San Salvador. Y, por si aún fuese poco, podrán disfrutar de buena gastronomía, romerías, procesiones y fiestas cargadas de tradición y sabor popular, que se celebran a lo largo de todo el año. Entre sus fiestas, aunque no de forma habitual, también hubo corridas taurinas en las patronales de la Encarnación. Yo les voy a dar noticia de un sábado grande toros en Celanova que la mayoría desconocerá.

El 23 de junio de 1978, a las 17 horas, cerca de medio centenar de personas se dieron cita en la Monumental Plaza de Toros "O Cercado" de Celanova, para presenciar "si el tiempo lo permitía y con la venia de la autoridad competente", una gran corrida de toros. Promovía y organizaba el festejo el Departamento de Pediatría Ourensano, un año después de la inauguración del primer Hospital Materno Infantil de Galicia, el Infanta Elena de Ourense. Ocupaban el palco de honor el director médico del Hospital, Salvador Rey Rodríguez, el administrador, Juan Leite, el jefe de servicio, José Mato Prada y el que les escribe, en su calidad de jefe de departamento. El cartel era muy interesante en el papel, si se consideraba la condición de los toreros, médicos de profesión. El valor y arrojo se les suponía, pero tales supuestas virtudes llevaban parejas una falta absoluta de pericia en el ruedo. Según rezaba el programa anunciador del festejo taurino, en la corrida participarían mano a mano dos cuadrillas, la del Hospital Materno Infantil Infanta Elena de Ourense y la del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela. Por la ourensana, el matador no era otro que el reconocido maestro Pepín García (José Luis García Rodríguez) "El galleguito", acompañado por el sobresaliente Curro Casares (Francisco Javier Casares Mouriño) "Antelanito", el banderillero Bándrés (Fernando Bandrés Sánchez-Cruzat) "El maño de la capea" y el picador Pablito (Pablo Fariña Guerrero) "El niño de las fariñas", con la actuación del prestigioso rejoneador portugués Manoel (José Manuel Tabarés Lezcano) "O´Tavares de Coimbra". La cuadrilla compostelana estaba encabezada por el matador Gil de la Roca (Miguel Gil de la Peña) "El extrasístoles" y completada por el sobresaliente Franco (Avelino Franco Grande) "El ketolares", el banderillero Pepín María (José María Martinón Sánchez) "El sondillas" y el picador Manolete (Manuel Fuster Siebert) "El congénito".

Se lidiaría una "brava res brava" de la prestigiosa ganadería de Don Balbino (Balbino Gómez del Teso) de Zamora. Y hasta aquí lo que rezaba el cartel y programa anunciador del festejo taurino. La realidad fue, con ciertas licencias, la que sigue. Fallaron algunos de los integrantes de las cuadrillas, nunca sabremos si por las obligaciones profesionales, por miedo al ridículo o, según me temo, por puro canguelo -término coloquial de origen caló que viene a coincidir con medrana o miedo intenso-. Lo que sí comprobé, si es que la cara es espejo del alma, que mientras se disculpaban exhibían cara de difuntos. Sin embargo, las ausencias fueron suplidas por varios espontáneos, entre los que destacó la esposa del matador ourensano, doña María Amelia Rodríguez Dafauce que, contagiada del arrojo de su esposo, hizo una gran faena sin apearse de sus desenfrenados e insensatos zapatos altos de tacón. Sabedora que tanto ensalzaban su figura, corrió el riesgo del despeño. Todos los aliases hacían referencia al origen o logros profesionales de los diestros. Por citar algunos, nadie olvida el orgullo de ser gallego de José Luis García o el de ser antelano de Javier Casares. O es fácil recordar cómo Avelino Franco utilizaba el Ketolar, entonces una primicia, en la sedación y anestesia de los niños. O José María Martinón, quien era pionero en el sondaje de vías vasculares centrales en las UCI pediátricas.

La plaza de toros no fue otra que un patio interior, rodeado de establos, de la finca "O Cercado". Gracias a los buenos oficios de José Luis García y de su esposa Amelia, sus propietarios, Laura, Chón y César Rodríguez Meleiro -Chón, a Dios gracias, aún está para contarlo- primos carnales de Amelia, nos la cedieron generosamente.

La "brava res brava" fue adquirida en efecto en Zamora y traída a Ourense por tren, después de los correspondientes permisos. He reflexionado más de una vez sobre aquel torito, que más que joven, léase novillo, parecía un toro canijo y desmedrado, como si no perteneciese completamente a la especie de los toros o fuese un toro patológico. A mi hoy me recuerda en la escala de los homínidos a los "hobbits" de la Isla de Flores. Puede que el llamado Homo floresiensis tenga al final más similitudes con Homo erectus que con nuestra propia especie, Homo sapiens, pero es incluso posible que se trate de un homínido afecto de una displasia ósea.

La corrida fue de lidia a pie, a la portuguesa, es decir, que terminó con la suerte de muleta, mediante la presentación de diversos lances de estilo coreográfico. No hubo banderillas, ni se le ocasiono ningún pinchazo ni sangrado al toro, ni por supuesto estocada final y tercio de muerte. Los improvisados toreros trataron de inducir al toro de manera coordinada para su lucimiento, sin conseguirlo la mayoría de las veces. Pese a los esfuerzos de interpretación, la tarde fue de lo más desdichada para los pediatras-toreros y para el toro. A los primeros le faltaba sapiencia y al segundo resabios y, como animal serio, no se dejaba engañar. Unos y otro resbalaron más de una vez en el improvisado albero, con los consiguientes moratones. También hubo mucho recule que en latín se dice vade retro. En plena suerte del toreo, el astado, cansado de tanta pamplina, se arrancó y se fue a visitar a las vacas alojadas en los establos que rodeaban la improvisada plaza. Los miembros de las cuadrillas hicieron lo imposible porque la bestia volviese al coso taurino, pero cansada de tanta impericia no obedeció a sus requerimientos, por lo que el más forzudo, Balbino, en ambiente silencio y respeto, lo agarró por los cuernos y literalmente lo arrastró al centro del ruedo. Ante la hazaña el público asistente lo aplaudía y jaleaba de forma estruendosa, al tiempo que se oían los ayes de los más débiles y los bramidos del toro. Tanto era el estrépito que llegó a comentarse que San Rosendo dejó su plácido sueño y se removió en su tumba. De algo se debió enterar porque protegió a las cuadrillas, que terminaron sin cornadas ni heridas, aunque a alguno dicen "le olía la bragueta".

No faltó la banda musical taurina, también integrada por los pediatras y de la que queda la curiosa foto que acompaña a este artículo, pues la fiesta taurina no se entendería sin su compañera inseparable la música. Los pasodobles bien interpretados llegaron altos y profundos, acompañados de olés, gritos y palmas.

Terminada la corrida el toro fue obsequiado con una buena ración de paja, avena y pienso. Todos los demás participamos de una "cena de gala" en las magníficas instalaciones del la finca "O Cercado", que incluyó un sinfín de productos gallegos, entre los que no faltó el pulpo a feira, la empanada gallega y el cabrito asado al espeto. Como bebidas: tinto del país (2,5 litros per cápita), aguardiente, licor café de cosecha propia y queimada.

Y todo terminó con fin de fiesta y baile, amenizado por la banda musical pediátrica, ahora convertida en "el conjunto internacional músico-vocal mixto The Family Children´s, con su vocalista Gómez Redford". Al día siguiente dicen que había más de una resaca y el problema estaba en qué hacer con el torito. Se decidió su venta a una carnicería y José Luis, con su peculiar ironía, comentó que su despiece y comercialización supusieron el cierre del establecimiento, debido a los hematomas de la carne. No se lo crean.

Celanova no es lugar de tradición taurina, como lo fue Ourense capital u otras localidades como Allariz o Muiños, pero de ésta doy fe y para testimoniarlo tengo un ejemplar de su programa, conservado con cariño y esmero.

Han pasado ya 38 años y varios de los participantes ya están en el Cielo, pero hoy recordaran la jornada y sonreirán al leer esta crónica. Es también de justicia recordar que antes de la fiesta taurina y durante toda la mañana los pediatras ourensanos y compostelanos celebraron una importante reunión conjunta en la que pusieron al día el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad meningocócica, epidemia terrible que en ese momento asolaba a Galicia, ocasionando muchas muertes y secuelas. Era una época en que aún no se disponía de vacunas para ningún tipo de la terrible enfermedad. Esta y otras iniciativas científicas de los dos Departamentos Pediátricos gallegos conseguirían reducir la morbimortalidad de esta temible infección.

Compartir el artículo

stats