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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los flecos

Así que, vistos los disgustos que la heterogénea -condición que pese a su mayoría hace casi imposible una moción de censura- oposición municipal de Pontevedra proporciona a su alcalde, no son de extrañar los enfados de don Miguel. Pero sí el modo en que expresa una parte de ellos, de forma singular, y según ha contado este periódico, el último, tras el que el señor Fernández Lores anunció que "no acatará" las decisiones del pleno por ser "contrarias a su línea de gobierno".

Conste que el exabrupto de su señoría no es el primero, aunque sí uno de los más sonoros y desde luego significativos. Hace poco más de un año, cuando PP y PSOE se opusieron al intento del gobierno local -entonces respaldado por los socialistas, pero aún así- de limitar el uso del puente de A Barca, el segundo de Lores, Mosquera, dijo algo parecido; que fuese cual fuere la votación,, el BNG haría lo que le pareciese oportuno. Punto.

Ambas boutades, que -conviene insistir- no cierran el catálogo, son algo más que una expresión de mal humor: representan lo que en el fondo podría suponer que la idea de la democracia representativa no es santo de la devoción del Bloque pontevedrés salvo, claro, cuando respalda sus decisiones. Porque, y procede recordárselo al equipo de gobierno, son los concejales electos los que deciden con la suma de sus votos quién ha de ser el alcalde y cuál la política a aplicar en un momento determinado.

Ocurre que el Bloque, que desde 1979 y hasta mayo nunca había sido la lista más votada -aunque lleva muchos años gobernando desde que el PP perdió su mayoría absoluta- sumando su minoría a otras, esta vez no quiso o no pudo y de ahí los disgustos que se lleva. El episodio, que según algunos, no pasaría de una anécdota, tiene para otros -porque las opiniones son libres- más trascendencia.

Los disconformes ven en el exabrupto la intención real de negarse a respetar las reglas de juego, lo que dejaría al descubierto la falacia de muchos de los acuerdos en los que se vulnera la voluntad directa de los ciudadanos a base de argumentarse, por los profesionales de los partidos, que la suma de perdedores distintos equivale, si es superior, al triunfo del ganador.

Pero eso solo es verdad una parte muy escasa de las veces, como queda dicho, cuando favorece a los que interpretan los resultados electorales haciendo suposiciones.Todo lo cual se deja expuesto no para decirle a los políticos demócratas -y Fernández Lores lo es,aunque a veces se le note poco- lo que tienen que hacer: sólo para recordarles a tiempo que las reglas de juego deben ser iguales para todos.

¿O no?

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