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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Boas de andar por casa

A un vecino de O Porriño el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) le incautó varios animales salvajes que tenía en una finca de su propiedad, sin licencia para ello y en unas condiciones de salubridad y seguridad lamentables. Entre ellos, figuraban dos serpientes pitón de 3,20 y 2,20 metros de largo, dos caimanes en periodo de crecimiento de 1,47 metros y 60 centímetros respectivamente, tres dragones barbudos de Australia, cinco tortugas y varias ratas y ratones que servían de alimento para los reptiles.

El descubrimiento de este pequeño zoológico particular se produjo como consecuencia de una denuncia sobre la supuesta presencia en la misma finca de dos perros de la raza pitbull terrier considerados potencialmente peligrosos. Los agentes del Seprona confirmaron la presencia de esos dos cánidos, pero al proceder a la inspección del garaje y de otras dependencias de la casa se encontraron primero con los caimanes y después, alojadas en un terrario, a las dos serpientes pitón. Y no es la primera vez que agentes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional se topan con sorpresas como esta mientras desempeñan tareas de investigación. Algunos lectores seguramente recordarán que, con ocasión del registro de una de las mansiones del cerebro del saqueo de un conocido ayuntamiento turístico del sur de España, los agentes de la ley oyeron un poderoso rugido procedente del interior de la vivienda y acto seguido descubrieron un hermoso tigre de Bengala dentro de una jaula situada en un salón de dimensiones gigantescas. Al parecer, servía como objeto decorativo junto con las cabezas disecadas de un elefante, un hipopótamo, un oso y otras piezas de caza mayor que colgaban de las paredes.

Desconocemos cuál es la razón que movió a este vecino de O Porriño a reunir esta clase de fauna en el interior de su finca, pero, en cualquier caso, no parece que pueda atribuirse a una sana pasión por los animales. Últimamente, se han conocido varios casos de aparición de animales salvajes en lugares muy alejados de lo que se supone debe de ser su hábitat natural. Fue famosa, hace unos años, la supuesta aparición de dos cocodrilos en aguas del pantano de Valmayor, cerca de Madrid. Unos vecinos juraron haberlos visto nadando cerca de la orilla y las autoridades, después de un gran despliegue para localizarlos, acabaron prohibiendo el baño y las actividades náuticas durante un tiempo. Y no menos conmoción provocó el descubrimiento de una serpiente en el tendal de una casa en Vigo. O la mordedura que recibió en las nalgas mientras estaba sentada en el retrete una vecina de Narón. Antes, la presencia de una especie exótica por estas latitudes se atribuía siempre a la estancia circunstancial de un circo no demasiado exigente con la custodia de su fauna salvaje. Ahora, en cambio, hay que atribuirlo al descuido de un vecino aficionado a esa clase de animales, en bastantes casos sin licencia para ello.

Los animales se compran de pequeños y cuando crecen demasiado y asusta tenerlos dentro de casa se les libera en cualquier parte sin avisar a la autoridad competente para que no nos sancione por ello. Falta por saber qué hará la Xunta de Galicia con los ejemplares requisados. Allí, caimanes sobran.

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