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Luis M. Alonso.

sol y sombra

Luis M. Alonso

Rajoy tiene la presión

El catenaccio, que inventó un austriaco y glorificó Nereo Rocco, aquel técnico del Milan, es una táctica futbolística que tiene como principal objetivo destruir el juego del adversario. Su éxito depende del fracaso del rival al que, replegándose, se le cede terreno y dominio del balón con el fin de defender y esperar la ocasión ratonera.

Mariano Rajoy, sin apenas posibilidades de obtener apoyos, decidió que el partido más votado en las últimas elecciones, el PP, tendría que dar un paso atrás y aguardar a que los demás se estrellasen para encontrar el resquicio por donde plantear in extremis una solución compartida de gobierno, o bien la convocatoria de nuevas elecciones. Creyó que las presiones jugarían a su favor y ahora se da cuenta de que al perder la iniciativa se han vuelto en su contra. Hasta el Ibex silba en la otra dirección.

Por el artículo 99 se negó a aceptar el cargo del Rey de formar gobierno, mientras que a la vez pretendía la nueva convocatoria electoral sin acudir a las Cortes. Aspiraba que Felipe VI no le tuviera en cuenta pero tampoco al candidato socialista, sabiendo que Sánchez está dispuesto a lo que sea con tal de no desperdiciar la oportunidad de subirse al tren de la Moncloa que pasa por delante de sus narices. Gana el que arriesga, no el que resiste sin librar la batalla. Y, aun perdiendo, el candidato socialista será, al menos, el único que lo ha intentado en la imagen que los españoles están recibiendo de este infortunado trance de su historia.

Realmente ni siquiera se puede llamar catenaccio a lo de Rajoy. Es pasividad. El partido que en estos momentos se disputa lo puede perder sin haber saltado al terreno de juego y expuesto las razones por las que siendo la suya la opción más votada le correspondería gobernar. La presión, ahora, ha caído de su lado.

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