La mayoría de las promesas políticas se anuncian y no se emprenden. Toman forma incluso en debates parlamentarios con los que aplacar las quejas ciudadanas hasta que el refluir de la marea permite arrumbarlas. Y resurgen del cajón cuando vuelve a arreciar la tormenta. De boquilla, todos los partidos expresan su retahíla de objetivos para mejorar el bienestar de la ciudadanía y se presentan como adalides para acabar con la vieja política de prometer lo que después, por ineptitud o impostura, no saben cumplir cuando llegan al sillón. Lo más sangrante es cuando el desengaño tiene que ver con iniciativas prometidas para paliar el sufrimiento de personas enfermas. Con unas elecciones autonómicas a la vuelta de la esquina y la incertidumbre de acudir a las urnas por partida doble si finalmente hay que repetirlas en España, ya va siendo tiempo de que corrijan el descrédito. Porque con demagogias y mentiras, ya no comulgan los electores críticos.

Lo que ocurre con los lesionados medulares de todo el sur de Galicia es lisa y llanamente deleznable. Cuando el 10 de septiembre de 2014 el Parlamento gallego aprobó por unanimidad absoluta, a iniciativa del PP, la creación de un equipo multidisciplinar para el seguimiento de los enfermos de las provincias de Pontevedra y Ourense en el Álvaro Cunqueiro, los colectivos afectados se sintieron satisfechos con una medida que no hacía sino responder a la más absoluta justicia social. Responder al más lógico sentido común de acercar los servicios a los administrados y no al revés. Máximo si éstos padecen severas dificultades de movilidad, como es el caso.

Había tiempo por delante, puesto que el gran hospital del área más poblada de Galicia estaba todavía por entonces en construcción. Nadie dudaba de que se llegaría con creces. Pero infelizmente no ha sido así, lo que no ha hecho más que aumentar la desafección de un colectivo estupefacto ante tan doloroso incumplimiento.

El pasado miércoles se cumplieron 17 meses de aquel acuerdo sin que nada se haya hecho. El hospital lleva ya cinco en servicio y ni rastro hay de la unidad prometida. Más todavía, en el Servicio de Rehabilitación del Complejo Hospitalario de Vigo dicen desconocer siquiera que exista proyecto alguno ni nada saben al respecto.

Como siempre, cada vez que tienen que hacerse una revisión o les surge alguna complicación, frecuentes en su estado, los sufridos lesionados medulares no tienen otra que meterse más de 300 kilómetros entre pecho y espalda para desplazarse hasta el Canalejo, ahora CHUAC, donde radica la única unidad para atenderles en toda Galicia. Todo pasa por allí, esto es, todo el colectivo tiene irremediablemente que viajar al otro extremo de Galicia hasta para la más rutinaria revisión o consulta. Así lo llevan padeciendo desde que se creó, va ya para 30 años, y todo sigue como entonces.

Su calvario personal, que por desgracia padecerán de por vida, no se queda ahí. Para viajar hasta el norte de la provincia de A Coruña necesitan ir acompañados por una o más personas que los suban o bajen del vehículo, por lo que o bien recurren a familiares que les auxilien renunciando a sus trabajos o quehaceres, o echan mano necesariamente de asistentes particulares con el gasto que ello conlleva. Si a eso se le suma el peaje, la gasolina y la comida, el viaje no les sale por menos de 150 euros, en ocasiones para revisiones que duran menos de 10 minutos. Y los hay que viajan un día para las pruebas y otro para recoger los resultados.

Lamentablemente, no estamos hablando de unos pocos, tampoco de unos cuantos afectados. La Plataforma de Lesionados Medulares de Galicia calcula que entre las provincias de Pontevedra y Ourense podrían ser más de 2.600 los pacientes que se beneficiasen de ser atendidos en el Álvaro Cunqueiro. Ni siquiera reclaman una segunda unidad como la que existe en A Coruña. Únicamente lo que piden es que se les pueda hacer su seguimiento en Vigo. Solo eso. Y ni con esas. Hay ya quien piensa, con mucha lógica visto los antecedentes sanitarios en Galicia, que detrás de todo está lo mismo de siempre: la resistencia numantina de los "prebostes" sanitarios del Norte de Galicia, que todavía siguen en el "machito", a ceder parte de una asistencia que ellos quieren mantener en exclusiva. A costa incluso de la calidad de vida de los enfermos. Y eso que nadie les quiere quitar la gestión. Puestos a ceder, la plataforma hasta estaría dispuesta a dar todas las facilidades para que sean los profesionales del Canalejo los que se desplacen periodicamente al sur.

Año y medio después, a la vista de los resultados, uno se pregunta de qué sirven los acuerdos de la Cámara. Hartos del desengaño, muchos de los lesionados que se prestaron a hacerse la foto en el Parlamento con los portavoces populares de Sanidad bajo la promesa de que se les iba a resolver su situación, se enfurecen con solo pensarlo.

Alarma y abochorna comprobar la pasividad e insensibilidad política demostrada con un colectivo que ha visto barridas de un plumazo sus expectativas de ver una pronta solución a sus imperiosas demandas asistenciales, aunque en modo alguno cederá hasta conseguirlo. Quienes entonces se retrataron con ellos en el Parlamento, quienes les utilizaron para erigirse en sus valedores, están obligados a darles una solución ya mismo o irse para casa. No valen demoras ni enredos, porque no se puede jugar con el sufrimiento de quien más lo necesita.

Más de 20.000 firmas consiguió Francisco Yépez, portavoz de la plataforma de lesionados medulares, tras el accidente sufrido por uno de sus hijos para clamar por una asistencia en el Cunqueiro, ese hospital que la Xunta prometió situar a la vanguardia sanitaria. Pues ya tiene una buena ocasión el nuevo conselleiro de empezar a demostrarlo acercando la asistencia a una de los colectivos que más la precisa en vez de seguir condenándolos al sufrimiento de tener que viajar a la otra punta de Galicia para recibirla.