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El cambio-fetiche

El menos votado de los cuatro partidos llamados a gobernar tras el 20-D, Ciudadanos, es el único que puede evitar la repetición electoral apoyando a la izquierda o la derecha. Este rol arbitral no solo deriva de los escaños conseguidos, también de un ideario moderado y de la inmaculada trayectoria de sus dirigentes en un escenario de corrupción o de financiación llegada de regímenes autocráticos. El vacío de poder y la anómala dilatación de plazos y tiempos que vive el país no se hubieran producido con un sistema electoral de segunda vuelta. El desgaste brutal de Rajoy y la irresistible ascensión de Pedro Sánchez, invitado por el Rey a formar gobierno cuando, a menos de dos años de su notoriedad política, encabeza el segundo partido en votos, o tercero en tendencia, según el CIS de enero, son claros signos de lo que todos postulan: el cambio.

Cada familia tiene una idea distinta del cambio, vocablo-fetiche tanto más divinizado cuanto menos preciso y más retórico. El que piden Sánchez y su partido se sustancia básicamente en que Rajoy no repita en la Presidencia del Gobierno, anatema que afecta a su partido, el PP, de manera más ambigua. El de Podemos es perfectamente asumible por el PSOE si cesan las jaimitadas de Iglesias y se purga de referendos territoriales y estado plurinacional; condiciones estas que también influirían en la revisión del veto de Ciudadanos a una coalición de centro izquierda. Pero incluso parece verosímil un paquete de concesiones importantes al PSOE si este las formula como condición primera para el pacto de "gran coalición".

El cambio pluriforme y ambiguo cristalizará en todo caso a cambio de poder, o de influencia lo bastante concreta como para no pervertir la ideología de los partidos. Parece que hay un denso repertorio de ideas y proyectos negociables antes de tirar la toalla e ir a elecciones. Lo que falta en el país, pero puede estar cambiando, es una inteligencia de unidad en los temas esenciales que deje a un lado los eslóganes y las tácticas imagineras. Aunque parezca lo contrario, Podemos procesaría renuncias significativas por estar gobernando sin más dilación. Igual harían el PP y el PSOE por lo mismo, de manera que a Ciudadanos le han dejado izquierda y derecha la llave del cambio verdadero: el de parecernos a las democracias europeas cuyo cambio más moderno y eficaz es el pacto. Cuando se oye decir que "Alemania es Alemania y España es España", apetece apostillar: "Pues qué pena, oiga".

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