La coexistencia del blanco y el negro en unos singulares proyectos que atañen directamente al desarrollo de nuestra ciudad no da como resultado el normal tono gris que generan estos dos fundamentales colores. No, en este caso lo blanco permanece como tal y lo negro no clarifica su aspecto.

Me estoy refiriendo en primer lugar -lo blanco- a la admirada decisión tomada por la Autoridad Portuaria para afrontar el compromiso auspiciado por la Comisión Europea en relación con los planes urbanísticos, estratégicos y de infraestructuras de los puertos. Tal decisión nos permitirá situarnos en disposición de liderar la llamada política de crecimiento azul (Blue Growth), cuyo objetivo es la potenciación sostenida de actividades económicas y sociales en la actividad portuaria.

Enfrentarse a este triple hito no es tarea fácil y seguramente encontrará más de una piedra en su camino; pero con encomiable optimismo el señor López Veiga, presidente del Puerto, fija el horizonte de un año para rematar la faena, una acción que afectará también a los otros cuatro municipios que comparten nuestras aguas jurisdiccionales; es decir, Redondela, Vilaboa, Moaña y Cangas.

La difícil posibilidad de cumplir plazos, revalidada por experiencias anteriores, choca con la ilusión del máximo responsable, el señor López Veiga, que a fin de ganar tiempo y alcanzar consensos se saca de la chistera un cambio en la hoja de ruta y abre un proceso de consultas con todos los implicados y, solo después de consensuados los criterios, encargará a una consultoría la redacción de los proyectos, para que se manifieste el milagro de que este blanco objetivo dé el fruto del crecimiento azul. ¡Bienvenido sea el Blue Growth!

Por otra parte y sin abandonar los parámetros de la albura portuaria, podemos celebrar el positivo resultado del incremento de tráfico marítimo, tanto de viajeros como de carga general, la próxima entrada en servicio de la Plisan y el magnífico cambio de 180º en la situación de los astilleros. Sabroso racimo que no debe ocultar un negativo resultado económico, pero que, al parecer, obedece a la regularización de inversiones anteriores y por lo tanto no imputable al flujo del ejercicio y, además, se prevé entrar este año en una senda claramente positiva.

El contraste, el negro que tiene más forma de nudo que de lazada, tiene denominación de origen en el bloqueo a un posible cambio en la Lei do Solo, impidiendo de forma demencial seguir adelante con la ampliación de la factoría Citroën, la culminación de la intermodal estación ferroviaria de Urzáiz o el definitivo despegue de la Ciudad de la Justicia. Un intolerable "aldraxe" a Vigo que no pueden difuminar retorcidas e inadmisibles explicaciones justificativas que, precisamente por ello, más que justificación son un insulto al sentido común.

Por fortuna, PP y PSOE parecen aparcar sus diferencias y en este caso aúnan esfuerzos para poder obviar la incomprensible oposición de AGE, disponiéndose a poner en marcha un plan B que, con las mágicas posibilidades políticas, les permita bordear normas sin caer en la ilegalidad, aunque sea una posibilidad que ya ha levantado airadas voces de empedernidos opositores a que se pueda salir del túnel.

Pese a esta nueva exhibición de irracionalidad, confiemos en que el plan B siga adelante, tal como está previsto aprobar en los próximos días, para que el Parlamento pueda sancionarlo dentro de este mismo mes y veamos que, sin pasar por el gris, lo negro puede ser blanco.

Si así fuese -no parece haber dudas- celebraremos que puntuales y muy significativos proyectos vigueses tomen carta de naturaleza, disipando los negros nubarrones que pretenden mantener algunos que se consideran defensores del sentir popular.