Consecuencia de una repentina afección intestinal provocada por una inflamación miedosa de los sentimientos electorales, el presidente de la Xunta ordena parar la andadura del anteproyecto de Lei de Acuicultura de Galicia.

Me pregunto, temeroso por su salud, si no será efecto atrasado de pasados episodios de mareas rojas en un sector, el del marisqueo y el bateeiro, que parece cambiar el azul del mar por el gris de las gaviotas y el rojo de la marea que sube y que, al parecer, no ha llegado todavía a la pleamar.

La ley hace un alto en el camino por designación presidencial. Pero, ojo, que es la ley, recordó la conselleira del ramo, que los afectados por ella, habían querido.

Y es que sois malos: cuando se os da lo que pedís, sube la marea y las meninges se vuelven lapas y así no hay manera de pensar. Con lo fácil que es convertir las almejas rubias, las babosas -las japónicas para ellos- y el mejillón, el percebe y el berberecho en sencillos platos voladores del tres al cuarto.

Pero que no cunda el pánico. Que dice el personal que el presidente de la Federación Galega de Confrarías no se va. Vamos, que se queda. Salvo que lo echen. Pero Fajardo no dimite. Está inmerso en reuniones de los pósitos gallegos para hablar de esa ley de acuicultura que el presidente del Ejecutivo autonómico paraliza pero no retira porque tal paralización no es sino un alto en el camino. Y el camino es una congostra de difícil subida para un carro del país cuyos ejes de madera no "cantan" desde hace años. Como le pasaba a la carreta de Atahualpa Yupanqui en los caminos de sol y pampa, pulpería en el espacio infinito y una tira de asado a la espera de un mate bien templado.

La Lei de Acuicultura de Galicia queda para mejor momento. Tal vez para después de las elecciones autonómicas. Porque, ya se sabe, el marinero gallego -Feijóo dixit- vota PP. Con P de peixe. Pero este tampoco abunda, y peligroso parece mantener vigente un anteproyecto de ley que el pescador, el mariscador, el percebeiro y el bateeiro, no quieren. Serían otros tantos votos perdidos, como perdidos parece tener los suyos el presidente de la Federación Galega de Confrarías, que no piensa en la dimisión. Tal vez lo suyo sea una moción de censura y salir por la puerta grande a sabiendas de que no ha hecho nada malo para merecer la misma.

Llevará de la mano al cerco, a la volanta, a artes menores, al marisqueo... Y contará una a una las papeletas de la vuelta a lo suyo, en Porto do Son.

Es lo que de malo tiene ser elegido. En tiempos de Franco esto no pasaba. Pero ahora, la marea roja, todo se lo lleva por delante.