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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Shakespeare gana al Quijote

Olvidado por el Gobierno y los españoles en general, han tenido que ser los ingleses quienes acudan a rescatar la memoria del Quijote, ahora que se cumplen 400 años de la muerte de su creador. Al que tal vez sea el más universal de los personajes literarios le hacen estos días un hueco -y una exposición- en la Biblioteca Británica que, lógicamente, está volcada en conmemorar el aniversario de Shakespeare.

Consciente del valor cultural e incluso monetario que en términos de marketing ofrece el más ilustre de sus escritores, el Gobierno del Reino Unido ha lanzado en 140 países la iniciativa "Shakespeare live". No hay noticia de que las autoridades españolas abordasen un propósito semejante, más allá del centenar de actos dispersos con los que se pretende despachar la efeméride.

Tal omisión no deja de sorprender en un país como España, donde es costumbre tratar mucho mejor a los muertos que a los vivos. Ya sea porque aquí todo se improvisa a última hora, ya porque el Gobierno está en funciones y ocupado en más graves asuntos, lo cierto es que nadie se acordó de sacarle partido al Quijote, el español de ficción más conocido en el mundo.

El aniversario de la muerte de Cervantes, coincidente con el de Shakespeare, ofrecía una magnífica ocasión para la práctica del marketing y hasta el merchandising; pero el caso es que lo estamos dejando pasar. Será que, a diferencia de los británicos, los españoles desconfían del capitalismo y ni siquiera la redonda cifra de un cuarto centenario los anima a poner en valor su patrimonio.

Algo tendrá que ver con ese desdén la paradoja de que España, país famosamente malhumorado, haya logrado notoriedad literaria en todo el planeta gracias a una novela de mucha risa como El Quijote. Con las aventuras del ingenioso hidalgo don Alonso Quijano se partieron la caja los lectores españoles, ya desde su primera edición; y los del resto del mundo en las muchas reimpresiones que acabarían por convertir a su protagonista en un personaje universal. Un éxito que acaso resulte intolerable en este país poco dado a reconocer los éxitos del vecino.

Las desdichas del sistema educativo vigente han hecho creer a los propios españoles que la obra de Cervantes es, además, un rollo más o menos insufrible. Y tal vez lo sea, si bien se mira. Nada tienen que ver las sutiles bromas sobre locos sensatos y cuerdos chiflados del Quijote con el humor rudimentario que tanto éxito tiene por aquí. Un dudoso ingenio que se basa en la imitación de personajes populares de la tele o, cuando mucho, en los juegos de palabras.

El porteño Borges, que no tenía en gran aprecio la inteligencia de los españoles, dijo en cierta ocasión que "conocer a Don Quijote" fue una de las cosas más felices que le habían ocurrido en su vida. Cavilaba que solo un español tan raro como Cervantes podría haber imaginado una novela extravagante y humorística en la que el protagonista recorre los sórdidos mesones de Castilla tal que hoy haría un personaje cuyas correrías tuviesen como escenario las gasolineras.

Españoles a fin de cuentas, el Gobierno y las llamadas fuerzas de la cultura no han querido dejar pasar la oportunidad de dejar pasar otra oportunidad. La de poner en valor -sentimental y hasta económico- al más ingenioso de los hidalgos de este país. Menos mal que los ingleses han estado al quite.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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