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Francisco García.

Lo que hay que oír

Francisco García

Los putos dioses del Manzanares

El lunes comenzó el juicio por la monumental reyerta (o "macrorreyerta") entre miembros del Frente Atlético y de los Riazor Blues en la que participaron centenares de individuos la mañana del 30 de noviembre de 2014 y que dio como resultado mayor la muerte, arrojado al Manzanares, de Jimmy, 43 años, perteneciente a ese grupo de hinchas radicales del Deportivo de la Coruña (de extrema izquierda), a manos y a golpes y a porrazos de la otra tribu (de extrema derecha).

En manos, pues, de la justicia está un asunto que no deja de producir perplejidad al ciudadano de a pie por la cantidad de detenciones y puestas en libertad, que han venido produciéndose en estos meses. Tres menores de edad se sentarán en el banquillo. Me los imagino: acaso compungidos, en estado de revista, con caritas de buenérrimas personas, tal vez altamente arrepentidos por consejo de sus abogados. Lo de siempre en semejantes casos. Yo no fui, pasaba por allí, a mí me liaron, no vi nada, estaba hasta arriba de alcohol, había comido muchas pastillas, soy inocente. Ahora bien: he leído en las notas de prensa los mensajes por whatsapp de algunos implicados y me he ido a vomitar directamente.

"No sabéis el puto respeto que nos hemos ganado hoy. Ahora mismo somos los putos dioses. Los mayores dándonos la enhorabuena, en plan qué cojones le habéis echado, vamos, que bien, entretenida la mañana". Ahí está dos veces ese "puto" como adjetivo, tomado de las series y películas USA, para engrandecer aún más el sustantivo al que califica.

El primero es "respeto", o sea, "veneración, miramiento, consideración, deferencia". Con su conducta criminal se han ganado "el puto respeto". Sus iguales salvajes les veneran, miran con aprobación, los tienen en cuenta: existen, en definitiva, en la jungla en la que sus mentes (si las hubiere) flotan. Son "los mayores" quienes les palmean la espalda: los mayores, los ejemplos que imitan, los caudillos, los duces de mierda y führers de caverna, con la palabra "cojones" siempre a flor de boca. En fin, la mañana estuvo "entretenida" para ellos, subieron a los cielos: ya son algo, mucho, "putos dioses". Se han elevado a tan divina categoría a base de vilezas asesinas como las que ellos mismos narran: "Se ha colgado del bordillo del paseo y se le veían las manos. Le han pillado y le han empezado a reventar botellas en la cabeza, puñetazos. Y yo creo que ha sido eso, que se ha quedado sin conocimiento y se ha caído al río". Al grito de "¡Atlético fans, hooligans!", han cargado contra la horda contraria: "El primero que nos ha venido, entre tres, ha ido al puto río, tal cual. Lo han cogido entre tres pavos del cuello y ha salido volando al río, pero ese no ha sido el que se ha muerto". Puto respeto ganado, putos dioses. "Le hemos reventado, sin porra me he quedado", se lamenta una alimaña de 17 años. "Al que ha muerto, al muy subnormal, le han pillado y le han reventado botellas en la cabeza y nos hemos pirado", valora otro bárbaro. Fíjense en la narración: se dejó pillar, por lo tanto, era muy subnormal. No se había ganado el puto respeto, no era un puto dios.

Centenares de presuntas personas participaron en tamaña salvajería. El gran Fernando Savater proponía "escuchar a los maestros y la voz de las escuelas", para remediar sañas vandálicas como la que ahora se juzga. Se equivoca: a los maestros los tiene el ministerio y la consejería ocupadísimos redactando programaciones docentes, con estándares, indicadores y otras barrabasadas de la Lomce, rascando donde no pica. ¿Y los padres? ¿Están o se les espera? "Me voy con esta puta porra a reventar la puta cabeza de los putos enemigos para ganarme el puto respeto y ser un puto dios". "Pues nada, hijo, que lo pases bien; pero vuelve para la comida". Sí, vomité.

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