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Del auxilio a la peregrinación vecinal

El estruendo que produjo el descarrilamiento del tren 702 sobresaltó aquella tarde aciaga al vecindario más cercano, particularmente a los lugareños de La Ferreira, en Lérez. Algunos de ellos no dudaron en abandonar sus casas y acudieron con presteza al lugar del suceso. Lógicamente ellos llegaron antes que nadie para socorrer a los viajeros, entre gritos y lamentos.

Tanto los periódicos, como las autoridades y la propia Renfe, todos ponderaron un comportamiento vecinal que calificaron de abnegado, generoso y hasta heroico. Mientras que unos ayudaron a los heridos para salir de los vagones, otros acogieron en sus hogares a quienes estaban desorientados, aunque sin lesiones aparentes, y otros taparon los primeros cadáveres con sábanas recogidas de sus casas.

El vecino que se llevó la peor parte fue Luís Argibay Abilleira, puesto que sufrió una fuerte conmoción al golpearse la cabeza contra un vagón aplastado, y necesitó asistencia médica en el sanatorio Santa María.

También se abrió una brecha en la ceja que requirió sutura el inolvidable Antonio Odriozola Pietas, señor de la camelia y bibliógrafo de pro, quien hizo cuanto pudo en el lugar del suceso por auxiliar a los heridos.

A la mañana siguiente no se hablaba de otra cosa en una ciudad sobrecogida por la catástrofe. Los pontevedreses no solo querían saberlo todo sobre el descarrilamiento de la noche anterior, sino que también querían verlo con sus propios ojos para contarlo luego en cualquier esquina. El luctuoso asunto despertó una expectación inusitada porque tenía un morbo irresistible. Eso fue así.

A lo largo de aquel domingo 19, y también del lunes 20, festividad de San Sebastián, se organizó una auténtica peregrinación hasta el lugar del siniestro. No había nada mejor que hacer. Miles de personas pasaron por allí durante aquellos dos días; muchas de ellas recuerdan muy bien hoy aquel constante ir y venir.

Los pontevedreses siguieron también con mucho interés los complejos trabajos de recuperación de los restos del tren siniestrado, así como del montaje de una línea férrea provisional para salvar el socavón causado, de casi cuarenta metros de longitud.

Desde Valladolid y Madrid se desplazaron dos potentes grúas para retirar los restos de la pesada Arcodiesel y facilitar el relleno de la trinchera con 700 metros cúbicos de carbonilla. Las fábricas de la Cros-Proquiber y Celulosas también colaboraron en dichas tareas.

El servicio cortado entre Pontevedra y A Portela tardó en recuperarse cinco días, aunque solo de forma provisional. Su normalización completa no llegó hasta un mes más tarde. Durante ese tiempo, el paso de los trenes por la vía improvisada en aquel lugar se realizó con una precaución extrema.

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