Nada cambia. Al llegar enero, la polémica se cierne sobre la aprobación de los Presupuestos municipales y si los grupos aceptarán o no el documento que presenta el gobierno.

Por coherencia, la oposición tiene que rechazarlos. Sería insensato que se los aprobasen a la primera de cambio porque cada cual tiene sus preferencias pero ya basta del no por el no.

La ciudad de Vilagarcía tiene que empezar a moverse y el equipo de gobierno se merece una oportunidad para actuar en firme pues han pasado ocho meses y solo se han visto palos en las ruedas.

Además la tarta económica tiene poco merengue. De los 26 millones que se disponen, más de la mitad los absorbe el personal, pues la abultada plantilla se gana sus salarios y quiere cobrar a final de mes, como también los concejales.

Otra enorme porción se destina a gastos corrientes, al pago de créditos e intereses, a fines sociales...Y una cantidad muy pequeña, unos dos millones de euros, para inversiones en 2016.

Harina de otro costal es el libro referido a ingresos, si bien aquí el bacalao casi está cortado pues antes de redactar los presupuestos ya se han aprobado las tasas que se cobrarán a los ciudadanos y también de antemano se sabe la cantidad que llega de otras administraciones.

En suma, queda muy poco margen de maniobra para satisfacer a todos por igual y, por tanto, los grupos deberían ser consecuentes.

Lo razonable es que toda la oposición haga propuestas. Han tenido mucho tiempo para pensar sus preferencias y aportarlas por escrito. Los hablaban en sus programas electorales.

No se puede llegar a una reunión para hablar de este documento y pedir una prórroga de una semana para seguir estudiándolo. Tampoco callarse y no plantear alternativas. El daño no se le hace al gobierno en sí sino que lo sufren los ciudadanos que no saben a qué atenerse, ni qué expectativas tienen los próximos meses.

La ciudad debe empezar a funcionar cuanto antes. Ya ha pasado demasiado tiempo y los vecinos de Vilagarcía tienen derecho a saber si el equipo de gobierno sabe gestionar los recursos que se ponen a su disposición. Es la única forma de calificarlos por lo que valen y no por la aburrida excusa de la herencia. Algo de cordura.