Oponerse en política apenas entraña riesgos.Uno queda bien con su parroquia y que le den a los que gobiernan. Pero la oposición irresponsable, la que desprecia el daño que inflige a un territorio y sus vecinos, ésa siempre se paga. Antes que después. En el Plan Xeral se cometieron errores, pero los vigueses no son culpables y si se pueden corregir para evitar un enorme perjuicio, hágase. Con luz y taquígrafos, con atajos pero legales. Y quienes ahora se ponen fantásticos con un veto irresponsable que sepan que la ciudad al final pasa factura. Y si no lo creen, que echen un vistazo al cementerio político local y vean los exquisitos cadáveres que lo pueblan.